Mi musa, cansada de ser descrita, quiso ser fotografiada.
Se volvió luz y trastornó mis párrafos, se tornó refelejo y olvidó mis versos. ¿Y ahora? ¿Qué queda ahora?
Se va, ha cambiado y me siento incapaz de recordar aquellas palabras que resbalaban por su cintura. Aquella prosa ya no me pertenece.
Ahora sólo aparece ante mis ojos su cuerpo desnudo en contraluz, su mirada en primer plano, su pelo abordado por la hora azul.
Vuelve, Musa, a mis sílabas o divídete en papel fotosensible y en mi ya casi gastado bolígrafo.
Cambiar a Neruda por Madoz no me parece factible, pues caben ambos en mis manos.
Cabes, mi Musa, en dos artes.
lunes, 17 de octubre de 2011
jueves, 29 de septiembre de 2011
Tequila.
Últimamente no tenía tiempo para nada.
Se levantaba a las seis y media, para a las ocho menos cuarto encenderse un cigarro mientras aquel insolente conductor de autobuses le obligaba a pisarlo tres caladas más tarde.
Entraba a clase, se bebía un café mientras subía corriendo aquellas escaleras.
Las siguientes seis horas se resumían en aprendizaje ameno, risas adornadas con luces rojas y personas. Personas buenas, prepotentes o que la hacían ver su vida en forma de película, tanto que odiaba la idea de que pasasen esos 500 días de verano, tanto que empezaba a desquebrajarse cada vez que escuchaba la palabra ¨otoño¨.
Ella no quería levantarse una mañana y simplemente saberlo, ella quería estar segura ahora, ya.
Pero no tenía tiempo.
Llegaba de clase y tras una fugaz comida acompañada de un feliz presente se escabullía para intentar dormir la siesta, pero era en vano.
Cerraba los ojos y tocaban el timbre. Ahí estaba él, tan puntual como siempre. Tan encantador que dolía.
Entonces él la colmaba de besos y seguridad, ponía en orden su agenda y organizaban el trabajo. Les tocaba una tarde movida, sin descanso, como todas las tardes de este septiembre.
Llegaban las doce y se despedían en un tierno abrazo.
Un llámame cuando llegues y, por fin, silencio.
Últimamente no podía permitirse dejar a la misantropía adueñarse de ella ni cinco minutos.
Tampoco podía perderse en sus tan amados versos, ni dejar fluir sus pensamientos hipócritas sobre un papel.
Era ahí cuando sentía miedo, miedo de verdad, no quería perderse ella misma,no quería perder su esencia.
Un arte no tapa a otro y captar imágenes sin pasarlas a palabras era para ella como beber tequila sin sal, como si se hubiesen llevado junto con su matrícula todo el ácido de su ironía, como si le faltase algo.
Había dejado de sentir el calor del alcohol en su garganta, la pasión de la prosa en sus venas.
Últimamente no tenía tiempo para nada, pero quizás era hora de beber a morro, chupar la sal y morder un limón.
Quizás era tiempo de sentir.
Se levantaba a las seis y media, para a las ocho menos cuarto encenderse un cigarro mientras aquel insolente conductor de autobuses le obligaba a pisarlo tres caladas más tarde.
Entraba a clase, se bebía un café mientras subía corriendo aquellas escaleras.
Las siguientes seis horas se resumían en aprendizaje ameno, risas adornadas con luces rojas y personas. Personas buenas, prepotentes o que la hacían ver su vida en forma de película, tanto que odiaba la idea de que pasasen esos 500 días de verano, tanto que empezaba a desquebrajarse cada vez que escuchaba la palabra ¨otoño¨.
Ella no quería levantarse una mañana y simplemente saberlo, ella quería estar segura ahora, ya.
Pero no tenía tiempo.
Llegaba de clase y tras una fugaz comida acompañada de un feliz presente se escabullía para intentar dormir la siesta, pero era en vano.
Cerraba los ojos y tocaban el timbre. Ahí estaba él, tan puntual como siempre. Tan encantador que dolía.
Entonces él la colmaba de besos y seguridad, ponía en orden su agenda y organizaban el trabajo. Les tocaba una tarde movida, sin descanso, como todas las tardes de este septiembre.
Llegaban las doce y se despedían en un tierno abrazo.
Un llámame cuando llegues y, por fin, silencio.
Últimamente no podía permitirse dejar a la misantropía adueñarse de ella ni cinco minutos.
Tampoco podía perderse en sus tan amados versos, ni dejar fluir sus pensamientos hipócritas sobre un papel.
Era ahí cuando sentía miedo, miedo de verdad, no quería perderse ella misma,no quería perder su esencia.
Un arte no tapa a otro y captar imágenes sin pasarlas a palabras era para ella como beber tequila sin sal, como si se hubiesen llevado junto con su matrícula todo el ácido de su ironía, como si le faltase algo.
Había dejado de sentir el calor del alcohol en su garganta, la pasión de la prosa en sus venas.
Últimamente no tenía tiempo para nada, pero quizás era hora de beber a morro, chupar la sal y morder un limón.
Quizás era tiempo de sentir.
martes, 13 de septiembre de 2011
Lo que me gusta de ti.
Después de casi un año hay demasiadas cosas que me gustan de ti, tantas que, cuando encuentro alguna cosa nueva casi no me lo puedo creer.
Me gusta tu sonrisa, la curvatura de tus labios cuando ríes, las arruguitas que te salen en los ojos, la vena que se te hincha en la frente, el brillo que irradia tu mirada, tus dientes.
Me gusta cuando me recibes con miles de besos y abrazos y cuando sabes que me haces feliz y te sientes orgulloso, cuando me acurrucas entre tus brazos y haces que me sienta protegida, además de consentida.
Adoro cuando me haces cosquillas y ya sé por donde vas, cuando digo una frase y entre carcajada sueltas !sal de mi cabeza¡, cuando le gritamos a la gente por la calle, cuando me sacas de la cama a rastras y me metes en la bañera con la ropa puesta para que haga algo con mi vida.
Me gusta tu curiosidad y tu afán por mejorar, tu templanza, la tranquilidad que desprendes dentro de toda esa hiperactividad que te rodea.
Me gusta tu optimismo, tu forma de darme alas y a la vez pegarme al suelo con tus: quien algo quiere algo le cuesta.
Tus gestos insconcientes como cuando me coges la mano mientras conduces o como cuando me miras de esa manera, como si yo fuese lo más valioso del mundo.
Hay millones de cosas que me gustan de ti, tantas que me quedaría sin caracteres, porque me gusta (valga la redundancia) tu espalda, tu pelo, tus manos, tus rodillas, tu clavícula, tu hueso de la cintura...
Tus palabras malamente dichas son las palabras que más me gustan del diccionario.
Tus promesas, esas que te clavas en el alma y no hay otra opción nada más que cumplirlas son las únicas promesas que creo.
Me gusta tu humor negro y cuando eres empalagoso hasta vomitar.
Me gusto yo cuando estoy a tu lado, haciendo planes, organizando nuestro futuro; nuestro, nosotros, tú y yo, juntos, adoro hablar en plural.
Me gustas tú entero, con tus defectos y tus manías (que, por cierto, son las mismas que las mías), me gusta cuando me dices las cosas tan claras que me duelen o cuando me pegas y me dejas sin respiración o cuando me metes ¨accidentalmente¨ el dedo en la nariz y me haces una mosqueta.
Pero hay algo, que sin duda es lo que más me gusta del mundo:
Las casualidades.
Por aquella noche en la que decidí salir a las tres y media de la mañana sin ganas algunas, aquella madrugada en la que nos fuimos de after con una panda de desconocidos, aquel maravilloso día en el que, sin esperarlo apareciste en mi vida, como el milagro que fuiste y sigues siendo para mi.
Así que lo que más me gusta de todo, son las casualidades que hacen que estés a mi lado y espontáneamente me sueltes:
Rocío, ¿sabes una cosa? Te quiero, ¡y que le jodan al mundo!
Me gusta tu sonrisa, la curvatura de tus labios cuando ríes, las arruguitas que te salen en los ojos, la vena que se te hincha en la frente, el brillo que irradia tu mirada, tus dientes.
Me gusta cuando me recibes con miles de besos y abrazos y cuando sabes que me haces feliz y te sientes orgulloso, cuando me acurrucas entre tus brazos y haces que me sienta protegida, además de consentida.
Adoro cuando me haces cosquillas y ya sé por donde vas, cuando digo una frase y entre carcajada sueltas !sal de mi cabeza¡, cuando le gritamos a la gente por la calle, cuando me sacas de la cama a rastras y me metes en la bañera con la ropa puesta para que haga algo con mi vida.
Me gusta tu curiosidad y tu afán por mejorar, tu templanza, la tranquilidad que desprendes dentro de toda esa hiperactividad que te rodea.
Me gusta tu optimismo, tu forma de darme alas y a la vez pegarme al suelo con tus: quien algo quiere algo le cuesta.
Tus gestos insconcientes como cuando me coges la mano mientras conduces o como cuando me miras de esa manera, como si yo fuese lo más valioso del mundo.
Hay millones de cosas que me gustan de ti, tantas que me quedaría sin caracteres, porque me gusta (valga la redundancia) tu espalda, tu pelo, tus manos, tus rodillas, tu clavícula, tu hueso de la cintura...
Tus palabras malamente dichas son las palabras que más me gustan del diccionario.
Tus promesas, esas que te clavas en el alma y no hay otra opción nada más que cumplirlas son las únicas promesas que creo.
Me gusta tu humor negro y cuando eres empalagoso hasta vomitar.
Me gusto yo cuando estoy a tu lado, haciendo planes, organizando nuestro futuro; nuestro, nosotros, tú y yo, juntos, adoro hablar en plural.
Me gustas tú entero, con tus defectos y tus manías (que, por cierto, son las mismas que las mías), me gusta cuando me dices las cosas tan claras que me duelen o cuando me pegas y me dejas sin respiración o cuando me metes ¨accidentalmente¨ el dedo en la nariz y me haces una mosqueta.
Pero hay algo, que sin duda es lo que más me gusta del mundo:
Las casualidades.
Por aquella noche en la que decidí salir a las tres y media de la mañana sin ganas algunas, aquella madrugada en la que nos fuimos de after con una panda de desconocidos, aquel maravilloso día en el que, sin esperarlo apareciste en mi vida, como el milagro que fuiste y sigues siendo para mi.
Así que lo que más me gusta de todo, son las casualidades que hacen que estés a mi lado y espontáneamente me sueltes:
Rocío, ¿sabes una cosa? Te quiero, ¡y que le jodan al mundo!
miércoles, 31 de agosto de 2011
Tenedores:
La vida es como el cajón de los cubiertos:
Hay un sitio donde te pinchan, otro donte te cortan, otro donde te elevan y finalmente un sitio donde te ayudan a recoger con cuidado las partes más pequeñas de tu ser.
Entonces, cuando vas a comerte el postre y buscas una cuchara pequeña encuentras, mezclado entre todas ellas un pequeño tenedor.
¿Alguien se ha parado a pensar cómo se sentirá ese solitario tenedorcito entre tantas cucharas?
¡Pobre tenedorcillo!
Demasiado pequeño para el mundo de los grandes tenedores, demasiado tenedor para el mundo de las cucharas.
Es ahí cuando se siente vacío y solo. Sin una utilidad obligatoria, sin nada por lo que querer emerger de su tumba de metal.
Cuando hay niños lo utilizan y se llena de felicidad a la vez que se llena de comida, pero cuando esos niños crecen lo abandonan, solo de nuevo, mientras todas las cucharillas consentidas se ríen de él.
Pero, como en la vida, en el cajón de los cubiertos también ocurren milagros, y entre cucharilla mimada y grandes tenedores con pinta de triunfadores aparece otro pequeño tenedorcito que se encuentra solo y sin ninguna meta en la vida.
Sus caminos se cruzan, entrelazan sus puntitas y dejan al resto de cubiertos asombrados, pues aunque los humanos algunas veces se olviden de ellos podrán compartir sus días feliz y metálicamente.
Si te paras a pensar, por ser diferente te libras de algún que otro mordisco y de una sacudida en el lavavajillas.
Hay un sitio donde te pinchan, otro donte te cortan, otro donde te elevan y finalmente un sitio donde te ayudan a recoger con cuidado las partes más pequeñas de tu ser.
Entonces, cuando vas a comerte el postre y buscas una cuchara pequeña encuentras, mezclado entre todas ellas un pequeño tenedor.
¿Alguien se ha parado a pensar cómo se sentirá ese solitario tenedorcito entre tantas cucharas?
¡Pobre tenedorcillo!
Demasiado pequeño para el mundo de los grandes tenedores, demasiado tenedor para el mundo de las cucharas.
Es ahí cuando se siente vacío y solo. Sin una utilidad obligatoria, sin nada por lo que querer emerger de su tumba de metal.
Cuando hay niños lo utilizan y se llena de felicidad a la vez que se llena de comida, pero cuando esos niños crecen lo abandonan, solo de nuevo, mientras todas las cucharillas consentidas se ríen de él.
Pero, como en la vida, en el cajón de los cubiertos también ocurren milagros, y entre cucharilla mimada y grandes tenedores con pinta de triunfadores aparece otro pequeño tenedorcito que se encuentra solo y sin ninguna meta en la vida.
Sus caminos se cruzan, entrelazan sus puntitas y dejan al resto de cubiertos asombrados, pues aunque los humanos algunas veces se olviden de ellos podrán compartir sus días feliz y metálicamente.
Si te paras a pensar, por ser diferente te libras de algún que otro mordisco y de una sacudida en el lavavajillas.
miércoles, 24 de agosto de 2011
Azufre.
Existió alguien una vez en mi vida, quizás deba decir que aún está en ella, pero es una situación díficil.
Llegó sin esperarle e inundó de paz mi alrededor, pero, al igual que apareció deprisa se fue sin esperarlo.
Él es así, cruel conmigo. Viene, me ilusiona y luego friamente hace añicos mi mundo para marcharse con aires de conquistador.
Sabe de todas las grietas de mi alma, besó cada una de mis cicatrices, reconoce el dolor en mi mirada en un abrir y cerrar de ojos.
Lo sabe todo de mi.
Hubo un tiempo en el que lo amé con todas mis fuerzas, quizás aún siga amándolo, quién sabe, pero de lo que estoy segura es de que llego a odiarle tanto como le quise.
Odio su impuntualidad, su egocentrismo, su forma de besarme, su forma de abrazarme, su forma de hacerme el amor.
Me odio a mi misma cuando estoy con él, odio cuando le quiero y cuando me irrita.
Sigue siendo una situación difícil.
Saben, éste no es el mejor texto que he escrito, porque ni siquiera yo sé lo que quiero expresar en él, solo quiero saber qué hay dentro de esta paradoja llena de antítesis que me hacen poco a poco volverme loca. Sentir amor y odio dentro de una misma frase, mezclar añoranza y rabia en la misma estrofa, acariciar con mis labios la dulzura de su piel y quemármelos cada vez que le escribo algún que otro verso.
Estoy confusa y es que, como él mismo dijo, dejó de ser bonito y se tornó necesario en mi día a día, tan jodidamente necesario que llega a doler y estoy cansada.
Hay una lucha constante en mi interior, llamémosle coherencia versus irracional sentimiento. Algo que mi trastornado cerebro procesa pero que no sabe llevar a palabras.
Podría buscar miles de sinónimos con los que poder explicar qué es él para mi, pero sólo se me ha ocurrido éste:
Existió alguien una vez en mi vida, quizás deba decir que aún está en ella, pero es una situación difícil, pues es como el Azufre, ya que es necesario para dar origen a algunos microorganismos de mi misma, pero a la vez apesta e intoxica mis días.
Llegó sin esperarle e inundó de paz mi alrededor, pero, al igual que apareció deprisa se fue sin esperarlo.
Él es así, cruel conmigo. Viene, me ilusiona y luego friamente hace añicos mi mundo para marcharse con aires de conquistador.
Sabe de todas las grietas de mi alma, besó cada una de mis cicatrices, reconoce el dolor en mi mirada en un abrir y cerrar de ojos.
Lo sabe todo de mi.
Hubo un tiempo en el que lo amé con todas mis fuerzas, quizás aún siga amándolo, quién sabe, pero de lo que estoy segura es de que llego a odiarle tanto como le quise.
Odio su impuntualidad, su egocentrismo, su forma de besarme, su forma de abrazarme, su forma de hacerme el amor.
Me odio a mi misma cuando estoy con él, odio cuando le quiero y cuando me irrita.
Sigue siendo una situación difícil.
Saben, éste no es el mejor texto que he escrito, porque ni siquiera yo sé lo que quiero expresar en él, solo quiero saber qué hay dentro de esta paradoja llena de antítesis que me hacen poco a poco volverme loca. Sentir amor y odio dentro de una misma frase, mezclar añoranza y rabia en la misma estrofa, acariciar con mis labios la dulzura de su piel y quemármelos cada vez que le escribo algún que otro verso.
Estoy confusa y es que, como él mismo dijo, dejó de ser bonito y se tornó necesario en mi día a día, tan jodidamente necesario que llega a doler y estoy cansada.
Hay una lucha constante en mi interior, llamémosle coherencia versus irracional sentimiento. Algo que mi trastornado cerebro procesa pero que no sabe llevar a palabras.
Podría buscar miles de sinónimos con los que poder explicar qué es él para mi, pero sólo se me ha ocurrido éste:
Existió alguien una vez en mi vida, quizás deba decir que aún está en ella, pero es una situación difícil, pues es como el Azufre, ya que es necesario para dar origen a algunos microorganismos de mi misma, pero a la vez apesta e intoxica mis días.
sábado, 6 de agosto de 2011
Locura.
-No quiero estar loca, no quiero estar loca.-Se repetía con dulzura y decepción.-Yo no elegí esto, siempre me gustó ser diferente, pero diferente y cuerda, no sé si me entiende.
Hubo un largo silencio, nadie contestó.
-Está bien, sé que dentro de mi, una pequeña parte de mi estropeada cabeza siempre supo que algo iba mal, pero de ahí a llamarme trastornada hay un paso, supongo. Pero claro, ¿quién marca la línea entre la locura y la cordura? En un mundo donde las injusticias y la desesperación vuelan a su antojo ¿quién podría tener tanta fuerza como para no desconectar su mente y reajustarla? Ya sé, eso es, no estoy loca, simplemente he reajustado mi cabeza automáticamente para soportar todo lo que hay a mi alrededor, tiene su lógica, ¿no cree?
Otra vez silencio.
-¿Sabes? llevo un rato intentando pedirte ayuda, diciéndote que hay algo dentro de mi que no va bien, algo de mi cerebro que no está sano y ni siquiera me contestas, creo que el loco va a ser tú, por lo menos yo contesto cuando me preguntan.-Empezó a sacarle de quicio aquella situación.- ¡Oh venga ya! por dios, se supone que estas ahí para ayudarme, no para evadir mis preguntas, ¿soy yo? ¿son los demás? ¿es mi culpa? ¿fue un golpe que me di alguna vez? ¡Que me respondas joder!-Se puso a llorar desconsoladamente.- Ya no me quieres, pensé que ibas a estar siempre ahí para mi, y te estoy abriendo mi corazón y ni si quiera me dices un tranquilizador: ¨no estás loca, es algo normal en alguien como tú¨ Ni siquiera eso, te odio, te odio, te odio. Ya no me quieres, está bien, yo tampoco te querré, lo siento pero esto acaba aquí.
Cogió aquel peluche, lo lanzó por la ventana y gritó:
-Te he dado mis noches, mis sueños, mi todo, me he mostrado tal y como soy y no me has querido, lárgate y búscate otra persona que te acurruque entre sus brazos, ojalá pierdas la cabeza.
Sonrió y pensó:
-Hay seres locos, ¿cómo puede estar alguien sin contestar a una persona? Me miraba fijamente y además sonriendo, bah, el loco era él.
Hubo un largo silencio, nadie contestó.
-Está bien, sé que dentro de mi, una pequeña parte de mi estropeada cabeza siempre supo que algo iba mal, pero de ahí a llamarme trastornada hay un paso, supongo. Pero claro, ¿quién marca la línea entre la locura y la cordura? En un mundo donde las injusticias y la desesperación vuelan a su antojo ¿quién podría tener tanta fuerza como para no desconectar su mente y reajustarla? Ya sé, eso es, no estoy loca, simplemente he reajustado mi cabeza automáticamente para soportar todo lo que hay a mi alrededor, tiene su lógica, ¿no cree?
Otra vez silencio.
-¿Sabes? llevo un rato intentando pedirte ayuda, diciéndote que hay algo dentro de mi que no va bien, algo de mi cerebro que no está sano y ni siquiera me contestas, creo que el loco va a ser tú, por lo menos yo contesto cuando me preguntan.-Empezó a sacarle de quicio aquella situación.- ¡Oh venga ya! por dios, se supone que estas ahí para ayudarme, no para evadir mis preguntas, ¿soy yo? ¿son los demás? ¿es mi culpa? ¿fue un golpe que me di alguna vez? ¡Que me respondas joder!-Se puso a llorar desconsoladamente.- Ya no me quieres, pensé que ibas a estar siempre ahí para mi, y te estoy abriendo mi corazón y ni si quiera me dices un tranquilizador: ¨no estás loca, es algo normal en alguien como tú¨ Ni siquiera eso, te odio, te odio, te odio. Ya no me quieres, está bien, yo tampoco te querré, lo siento pero esto acaba aquí.
Cogió aquel peluche, lo lanzó por la ventana y gritó:
-Te he dado mis noches, mis sueños, mi todo, me he mostrado tal y como soy y no me has querido, lárgate y búscate otra persona que te acurruque entre sus brazos, ojalá pierdas la cabeza.
Sonrió y pensó:
-Hay seres locos, ¿cómo puede estar alguien sin contestar a una persona? Me miraba fijamente y además sonriendo, bah, el loco era él.
miércoles, 3 de agosto de 2011
Rocío.
Había una vez una niña con problemas.
Jugaba, tan tranquila, a dibujar serenidad en su rostro mientras vestía a su muñeca Mentiras con ropita de decepción.
Se inventaba diferentes formas de odiar al mundo y a ella misma.
Tenía un precioso castillo en el que ella era considerada princesa pero se veía dragón. Allí contaban historias muy bellas, todas esas historias que le pertenecían en su presente pero que para aquella niña eran simples cuentos lejanos, mera fantasía de felicidad, cariño y amor.
Tenía también grandes amigas imaginarias que la hacían sonreír de vez en cuando, y que ahogaban su llanto en música rock, escotes y alcohol.
Rondaban por su castillo varios principitos, azules, cómo no, que la amaban y querían protegerla de todo aquello que le hiciese daño. Principitos que no habían entendido aún que el color negro de ojos de aquella niña insolente se llamaba negro autodestrucción.
Había una vez una niña con problemas. Una mujer que nunca pudo ser niña.
Había una vez yo misma.
Jugaba, tan tranquila, a dibujar serenidad en su rostro mientras vestía a su muñeca Mentiras con ropita de decepción.
Se inventaba diferentes formas de odiar al mundo y a ella misma.
Tenía un precioso castillo en el que ella era considerada princesa pero se veía dragón. Allí contaban historias muy bellas, todas esas historias que le pertenecían en su presente pero que para aquella niña eran simples cuentos lejanos, mera fantasía de felicidad, cariño y amor.
Tenía también grandes amigas imaginarias que la hacían sonreír de vez en cuando, y que ahogaban su llanto en música rock, escotes y alcohol.
Rondaban por su castillo varios principitos, azules, cómo no, que la amaban y querían protegerla de todo aquello que le hiciese daño. Principitos que no habían entendido aún que el color negro de ojos de aquella niña insolente se llamaba negro autodestrucción.
Había una vez una niña con problemas. Una mujer que nunca pudo ser niña.
Había una vez yo misma.
viernes, 15 de julio de 2011
Conjeturas.
Ya es tarde, supongo, para vivir de recuerdos, para emocionarse con alguna que otra canción o para rodar en una cama.
Es tarde para ti y para mi, para los dos, para nosotros.
Es absurdo dejar que el tiempo pase para borrar heridas (por eso de que hay algunas que no se pueden curar), para calmar mi ansia, para olvidar tu presencia, pero ya sabes, no queda otra alternativa:
Me voy. Hace tiempo que te fuiste.
Y era así, la dura realidad se apoderaba de nuestro lecho, las segundas partes nunca fueron buenas y no hablemos ya de las quintas, octavas o undécimas.
Aquellas mariposas se esfumaron con el vapor de unas lágrimas que aún hoy siguen derramándose por mi rostro.
Y ya no quedan colores para rellenar mi sonrisa o mis palabras o por qué no, para dibujar en tu espalda.
Ya es tarde, supongo, para vivir de recuerdos, en el pasado, para ti, para los dos, para nosotros, pero a ratos, sólo a ratos, todo esto se convierte en mera superstición, en simples conjeturas.
Es tarde para ti y para mi, para los dos, para nosotros.
Es absurdo dejar que el tiempo pase para borrar heridas (por eso de que hay algunas que no se pueden curar), para calmar mi ansia, para olvidar tu presencia, pero ya sabes, no queda otra alternativa:
Me voy. Hace tiempo que te fuiste.
Y era así, la dura realidad se apoderaba de nuestro lecho, las segundas partes nunca fueron buenas y no hablemos ya de las quintas, octavas o undécimas.
Aquellas mariposas se esfumaron con el vapor de unas lágrimas que aún hoy siguen derramándose por mi rostro.
Y ya no quedan colores para rellenar mi sonrisa o mis palabras o por qué no, para dibujar en tu espalda.
Ya es tarde, supongo, para vivir de recuerdos, en el pasado, para ti, para los dos, para nosotros, pero a ratos, sólo a ratos, todo esto se convierte en mera superstición, en simples conjeturas.
sábado, 9 de julio de 2011
Guerra.
Me gusta la guerra, qué puedo hacer si disfruto los enfrentamientos tanto como la vida misma.
La bandera blanca me frustra y no soy feliz si no hay combate.
Combate, combatir, odio hacerlo contra mi misma y últimamente me ataco directamente al esternón.
Echo de menos aquel cuerpo a cuerpo, palabras que duelen contra palabras que intentan, en vano, hacer doler.
Y qué hago si sólo hay paz en mi vida, si no hay nada más que alegría entre una estresante felicidad y me agobio entre tanta sonrisa. Será que estoy acostumbrada a las lágrimas, ya saben, si todo te hace daño cuando encuentras un resquicio de armonía éste te cala hasta el alma.
No hay balas hoy en mi trinchera, y mi cara a cara se ha convertido en beso a beso.
La bandera blanca me frustra y no soy feliz si no hay combate.
Combate, combatir, odio hacerlo contra mi misma y últimamente me ataco directamente al esternón.
Echo de menos aquel cuerpo a cuerpo, palabras que duelen contra palabras que intentan, en vano, hacer doler.
Y qué hago si sólo hay paz en mi vida, si no hay nada más que alegría entre una estresante felicidad y me agobio entre tanta sonrisa. Será que estoy acostumbrada a las lágrimas, ya saben, si todo te hace daño cuando encuentras un resquicio de armonía éste te cala hasta el alma.
No hay balas hoy en mi trinchera, y mi cara a cara se ha convertido en beso a beso.
martes, 5 de julio de 2011
Empirismos.
-Juraría que no estás enamorada.
-¿Y eso tú cómo lo sabes?
-Por tu actitud, antepones tus deseos a los de él.
Bien, lejos del sentido que todo el mundo da al amor hoy en día, es menester mencionar que puedes querer a una persona sin tener que dejar en un segundo plano tus expectativas.
Después de unas cuantas relaciones fallidas, un par de corazones rotos y tres docenas de remedios caseros contra el síndrome de ¨eres más que mi vida¨ me veo obligada a decir que se puede, oh créanme que sí, querer a alguien sin menospreciar tu propia vida.
Jamás, por muy enamorada que estés, por más que te brillen los ojos, o por más absurdas mariposas que vuelen por tu estómago debes dejar que nadie sea tu vida, repito, jamás.
Las personas van y vienen, y esto es un hecho, ya lo decía Hume: La costumbre es la gran guía de la vida humana.
Cuando te acostumbras a X persona, o llamémosla albóndiga si lo desean, y haces de ella tu día a día, tus ganas, tu pasado presente y futuro, cuando llegue el funesto día, créanme que llega, por más promesas y por más candados inseparables en el jardín de Calisto y Melibea, en el cual esta persona se marche, si haces de ella lo más importante para ti, te quedarás sin nada.
Así que discúlpenme si ahora le tengo miedo a las alianzas y a los te amo, o si antepongo mi felicidad a la de otra persona, o si no me da la realísima gana pasar un mal rato para que la persona con la que comparto actualmente mi vida sea mediocremente feliz.
Discúlpenme señores, pueden llamarme egoísta, pero si alguna vez he de volver a perder mi vida no me gustaría haber perdido, además de lo que ello conlleva, mi tiempo. Empíricamente hablando, claro.
-¿Y eso tú cómo lo sabes?
-Por tu actitud, antepones tus deseos a los de él.
Bien, lejos del sentido que todo el mundo da al amor hoy en día, es menester mencionar que puedes querer a una persona sin tener que dejar en un segundo plano tus expectativas.
Después de unas cuantas relaciones fallidas, un par de corazones rotos y tres docenas de remedios caseros contra el síndrome de ¨eres más que mi vida¨ me veo obligada a decir que se puede, oh créanme que sí, querer a alguien sin menospreciar tu propia vida.
Jamás, por muy enamorada que estés, por más que te brillen los ojos, o por más absurdas mariposas que vuelen por tu estómago debes dejar que nadie sea tu vida, repito, jamás.
Las personas van y vienen, y esto es un hecho, ya lo decía Hume: La costumbre es la gran guía de la vida humana.
Cuando te acostumbras a X persona, o llamémosla albóndiga si lo desean, y haces de ella tu día a día, tus ganas, tu pasado presente y futuro, cuando llegue el funesto día, créanme que llega, por más promesas y por más candados inseparables en el jardín de Calisto y Melibea, en el cual esta persona se marche, si haces de ella lo más importante para ti, te quedarás sin nada.
Así que discúlpenme si ahora le tengo miedo a las alianzas y a los te amo, o si antepongo mi felicidad a la de otra persona, o si no me da la realísima gana pasar un mal rato para que la persona con la que comparto actualmente mi vida sea mediocremente feliz.
Discúlpenme señores, pueden llamarme egoísta, pero si alguna vez he de volver a perder mi vida no me gustaría haber perdido, además de lo que ello conlleva, mi tiempo. Empíricamente hablando, claro.
miércoles, 15 de junio de 2011
Capaz.
Sepultó su corazón bajo un bloque de hormigón, obligándole a hacer oídos sordos a cualquier palabra bonita. Le tenía prohibido dejar fluir sus sentimientos.
Aquello, podía resultar un tanto complicado a veces, pero no le quedaba otra opción, dado que después de rellenar con sollozos cada uno de los huecos que dejaron todas aquellas personas que la abandonaron, no era menester volver a hacer sitio a alguien ya no tan nuevo.
Ella, y sus absurdas formas de protegerse.
Poco a poco fue creciendo y entendió aquella frase que decía: Lo más valioso que poseemos lo regalamos como si no fuese nada importante para nosotros, nuestro tiempo.
¡Qué razón tenía esa frase! Solo esperaba que la personita que se lo dijo tuviese sus mismas palabras un poco más en cuenta actualmente.
Así pues, y cuando todas sus heridas de guerra fueron curadas apareció de nuevo ese soldado que había vuelto a ser echado.
Ella sabía con certeza lo que decían sus ojos cuando la miraba. La llenaba día a día de sonrisas, caricias, besos, abrazos…en fin, la mimaba como si aún fuese aquella niña asustada.
Fueron pasando las semanas, y sin darse apenas cuenta, se sintió protegida entre sus brazos, aunque aquel bloque de hormigón parecía inamovible.
Pasó un invierno, una primavera y estaba por pasar un verano, o dos, o tres, o lo que el destino guardase para ellos, y cuando se paró un segundo a mirar, se percató que ya le estaba dando el regalo más importante que podía darle jamás, le estaba regalando su tiempo sin pedirle nada a cambio. Le regalaba sus días, sus noches, sus risas, su llanto, sus costumbres, sus manías…le daba sin compromiso alguno su misma vida, ella solo necesitaba para ofrecerle todo eso que él estuviese a su lado.
Cuando reconoció todo esto sonrió, pero a la vez sintió miedo, ese miedo al que se había acostumbrado desde pequeña.
Pensó en volver a esconderse, en sepultarse viva, pero eso ya era demasiado fácil, además de predecible, así que decidió lanzarse de nuevo, exponerse a un daño que no tardaría mucho en llegar.
Él la hacía feliz, pero era tiempo ahora, de ser capaz de hacerle feliz a él.
Aquello, podía resultar un tanto complicado a veces, pero no le quedaba otra opción, dado que después de rellenar con sollozos cada uno de los huecos que dejaron todas aquellas personas que la abandonaron, no era menester volver a hacer sitio a alguien ya no tan nuevo.
Ella, y sus absurdas formas de protegerse.
Poco a poco fue creciendo y entendió aquella frase que decía: Lo más valioso que poseemos lo regalamos como si no fuese nada importante para nosotros, nuestro tiempo.
¡Qué razón tenía esa frase! Solo esperaba que la personita que se lo dijo tuviese sus mismas palabras un poco más en cuenta actualmente.
Así pues, y cuando todas sus heridas de guerra fueron curadas apareció de nuevo ese soldado que había vuelto a ser echado.
Ella sabía con certeza lo que decían sus ojos cuando la miraba. La llenaba día a día de sonrisas, caricias, besos, abrazos…en fin, la mimaba como si aún fuese aquella niña asustada.
Fueron pasando las semanas, y sin darse apenas cuenta, se sintió protegida entre sus brazos, aunque aquel bloque de hormigón parecía inamovible.
Pasó un invierno, una primavera y estaba por pasar un verano, o dos, o tres, o lo que el destino guardase para ellos, y cuando se paró un segundo a mirar, se percató que ya le estaba dando el regalo más importante que podía darle jamás, le estaba regalando su tiempo sin pedirle nada a cambio. Le regalaba sus días, sus noches, sus risas, su llanto, sus costumbres, sus manías…le daba sin compromiso alguno su misma vida, ella solo necesitaba para ofrecerle todo eso que él estuviese a su lado.
Cuando reconoció todo esto sonrió, pero a la vez sintió miedo, ese miedo al que se había acostumbrado desde pequeña.
Pensó en volver a esconderse, en sepultarse viva, pero eso ya era demasiado fácil, además de predecible, así que decidió lanzarse de nuevo, exponerse a un daño que no tardaría mucho en llegar.
Él la hacía feliz, pero era tiempo ahora, de ser capaz de hacerle feliz a él.
miércoles, 8 de junio de 2011
Amor del siglo XXI.
-Oh bella dama, la hermosura de Beatriz, la de Dante, queda sumamente pequeña a su lado. Ofrézcame sólo una mirada y valdrá la pena arriesgar mi vida, aquella que ahora le pertenece.
Es usted un ángel, los artistas renacentistas jamás soñaron con poder si quiera imaginar sus ojos. Su cara de niña y cuerpo de mujer puede hacer ver al más ciego. Si usted me concediese sólo una noche para poder trepar por su balcón y ser su Romeo, no habrá nada ni nadie que provoque en usted el menor miedo, pues ya me encuentro a sus pies para defender su honra con mi lanza y mi vida.
Si pasa el tiempo y usted cree menester abrirme su corazón ¡oh dios santo! Me haría usted el ser más afortunado en toda la tierra.
Si me permitiese usted amarla, cara a cara, cuerpo a cuerpo, le haría ver lo maravilloso que puede ser el mundo cuando son compartidos sus frutos.
Permítame, Donna Angelicata, mostrarle las puertas del Paraíso entre sus sábanas.
Prometo señora mía, ofrecerle seguridad y cariño más allá de la eternidad.
-Puede retirarse, caballero, no necesito ni lanzas ni héroes rescatadores ni trovadores. Se follar, defenderme y divertirme sola.
Es usted un ángel, los artistas renacentistas jamás soñaron con poder si quiera imaginar sus ojos. Su cara de niña y cuerpo de mujer puede hacer ver al más ciego. Si usted me concediese sólo una noche para poder trepar por su balcón y ser su Romeo, no habrá nada ni nadie que provoque en usted el menor miedo, pues ya me encuentro a sus pies para defender su honra con mi lanza y mi vida.
Si pasa el tiempo y usted cree menester abrirme su corazón ¡oh dios santo! Me haría usted el ser más afortunado en toda la tierra.
Si me permitiese usted amarla, cara a cara, cuerpo a cuerpo, le haría ver lo maravilloso que puede ser el mundo cuando son compartidos sus frutos.
Permítame, Donna Angelicata, mostrarle las puertas del Paraíso entre sus sábanas.
Prometo señora mía, ofrecerle seguridad y cariño más allá de la eternidad.
-Puede retirarse, caballero, no necesito ni lanzas ni héroes rescatadores ni trovadores. Se follar, defenderme y divertirme sola.
lunes, 6 de junio de 2011
Grazie al mio maestro.
Alguna vez oí una frase que decía: ¨Conseguir un sueño es demasiado difícil hoy en día.¨
Y me frustré, me indigné porque la vida, la felicidad consiste en ir adquiriendo pequeños atisbos de ilusiones, rozar con los dedos tu gran sueño. Conseguirlo.
No, nadie dijo que fuese fácil, pero tampoco dijeron que fuese imposible.
Mi sueño es este, estas letras, este texto, este blog.
Mi mayor ilusión es un café, una playa, una libreta, mi don y yo.
Últimamente siento una gran presión en los hombros, el peso del futuro en mi espalda.
Piedras por el camino que me hacen tropezar y retroceder.
Titubear ante todo aquello que me viene de golpe.
Estos escombros de un corazón roto de hace ahora dos años y medio ya no son los mismos.
Evolucioné, y conmigo mis palabras, mis ideas.
Fuera del ámbito personal, esta página perdida por los lares de Internet es lo más valioso que tengo en la vida, y pese a todo, quería darle las gracias a aquel profesor de Literatura que me impulsó a crear algo pequeño, diminuto, pero que con cada entrada que publico se vuelve inmenso.
Siempre, Hino, te agradeceré que me incitases a empezar a conseguir ¡Sin ni siquiera saberlo! mi gran sueño.
Aun hoy tengo guardado tu texto, quizás rebosante de hipocresía, aquella que desprendiste en los pupitres que a día de hoy sigo sin saber adaptarme, pero eso ya no importa, ahí siguen tus palabras, sean ciertas o no, para leerlas cuando no quede lluvia un domingo de sol. Aún sigue ese: ¨Mañana no será lo que Dios quiera, si no lo que tú decidas¨. Y así será.
Hace meses que me acongojo al pensar en el futuro, al saber que tengo que elegir mi destino ahora.
Pero a mí siempre me gustó que las situaciones me quedasen grandes,como la ropa(talla X)y si algún día me canso de vestir ancho siempre me quedarán mis palabras, mis pensamientos hipócritas, los escombros de un corazón roto que poco a poco reconstruyo y la idea de que todo será siempre bonito hasta que se vuelva necesario.
Quizás éste no sea uno de mis mejores texto, tampoco he intentado que lo sea, pero hacía semanas que no escribía, y después de que alguien me dijera: ¨Ahí fuera te espera algo grande¨ era mi deber recordarme a mí misma que si algún día logro algo grande, será porque empecé con tiempo y ganas, algo pequeñito.
Y me frustré, me indigné porque la vida, la felicidad consiste en ir adquiriendo pequeños atisbos de ilusiones, rozar con los dedos tu gran sueño. Conseguirlo.
No, nadie dijo que fuese fácil, pero tampoco dijeron que fuese imposible.
Mi sueño es este, estas letras, este texto, este blog.
Mi mayor ilusión es un café, una playa, una libreta, mi don y yo.
Últimamente siento una gran presión en los hombros, el peso del futuro en mi espalda.
Piedras por el camino que me hacen tropezar y retroceder.
Titubear ante todo aquello que me viene de golpe.
Estos escombros de un corazón roto de hace ahora dos años y medio ya no son los mismos.
Evolucioné, y conmigo mis palabras, mis ideas.
Fuera del ámbito personal, esta página perdida por los lares de Internet es lo más valioso que tengo en la vida, y pese a todo, quería darle las gracias a aquel profesor de Literatura que me impulsó a crear algo pequeño, diminuto, pero que con cada entrada que publico se vuelve inmenso.
Siempre, Hino, te agradeceré que me incitases a empezar a conseguir ¡Sin ni siquiera saberlo! mi gran sueño.
Aun hoy tengo guardado tu texto, quizás rebosante de hipocresía, aquella que desprendiste en los pupitres que a día de hoy sigo sin saber adaptarme, pero eso ya no importa, ahí siguen tus palabras, sean ciertas o no, para leerlas cuando no quede lluvia un domingo de sol. Aún sigue ese: ¨Mañana no será lo que Dios quiera, si no lo que tú decidas¨. Y así será.
Hace meses que me acongojo al pensar en el futuro, al saber que tengo que elegir mi destino ahora.
Pero a mí siempre me gustó que las situaciones me quedasen grandes,como la ropa(talla X)y si algún día me canso de vestir ancho siempre me quedarán mis palabras, mis pensamientos hipócritas, los escombros de un corazón roto que poco a poco reconstruyo y la idea de que todo será siempre bonito hasta que se vuelva necesario.
Quizás éste no sea uno de mis mejores texto, tampoco he intentado que lo sea, pero hacía semanas que no escribía, y después de que alguien me dijera: ¨Ahí fuera te espera algo grande¨ era mi deber recordarme a mí misma que si algún día logro algo grande, será porque empecé con tiempo y ganas, algo pequeñito.
miércoles, 25 de mayo de 2011
La chica del pelo arcoíris.
O el corazón de piedra.
Era una chica dura, o eso era lo que decían, pues de duro sólo llevaba la suela de sus botas.
Tenía más enemigos que amigos y supo desde que era una cría que este no era su sitio, no era su lugar, no era su ambiente, no eran sus ganas.
Nunca supo adaptarse a lo que le pedían y no le quedaba más remedio que fingir ser la chica fuerte a la que nada le duele. Pero era una simple fachada, todo le dolía, todo le calaba hasta el alma.
No fue nunca cómplice de las mentiras, le gustaban las cosas claras, por más que sangraran sus heridas, no obstante de vez en cuando contaba alguna que otra verdad a medias. Esas verdades que después de un tiempo no se sabe cuánto era de mentira.
Cuando se sentía deshecha (unas tres o cuatro veces al día) se encerraba en sí misma y se autoconvencía de que todo iba a salir bien o de qué es lo que tenía que sentir.
A veces se frustraba tanto que ni siquiera sabía quién era ella, ni qué es lo que sentía, ni qué es lo que quería, ni qué es lo que quería ser.
Ser, ser ella misma, sin tapujos.
Las mujeres la odiaban, nunca fue aceptada entre las féminas, supongo que es porque la veían como competencia, como una rival. En la regla está la excepción, ella tenía tres preciosas excepciones que la adoraban y cuidaban como si fuese la cría que nunca quiso dejar de ser, ellas eran Andrea, Claudia y cómo no, su marronera preferida, Loyda.
Los hombres se encaprichaban de ella, al máximo además. Todos querían darle una preciosa historia de amor, de esas en las que al tercer mes ya está todo hecho un desastre, de esas historias de amor del siglo XXI. Hubo algunos que se la merecían, de los que ella quiso enamorarse, sentir algo profundo, a lo romántico, pero a lo Romántico Becqueriano, sino no le valía, pero no pudo ser. Así que cansada de no poder dar nunca a los demás lo que le correspondía, deseó ser simplemente un juguete sexual, que la apreciasen pero que ese cariño no superara nunca la raya entre amor y obsesión.
Como he oído que le dicen por ahí: Fucker and Destroyer.
Últimamente no escribía sus sueños en papel, lo hacía directamente en el ordenador ¡ah¡ cómo cambian los tiempos.
Así que un día, uno de estos días de mayo, decidió esconderse de todo, pese a que no era su juego, pero estaba cansada de herir a todos aquellos Principitos que querían que fuese su rosa sin preocuparse de sus cuatro afiladas espinas.
Se metió en la cama y dejó pasar el tiempo.
Era tiempo de cambiar, de buscar su sitio, de luchar, ya saben: Mañana no será lo que Dios quiera, si no lo que tú quieras.
Era tiempo de dejar de escribir sobre ella misma, dejar de creerse el centro del mundo, pero ¡ah¡ lo peor de todo es que no podía dejar de ser el centro y es que, para ella no existió jamás otro mundo que no fuese el suyo propio.
Aunque bueno, escribir en tercera persona siempre quita egocentrismo a un texto.
Era una chica dura, o eso era lo que decían, pues de duro sólo llevaba la suela de sus botas.
Tenía más enemigos que amigos y supo desde que era una cría que este no era su sitio, no era su lugar, no era su ambiente, no eran sus ganas.
Nunca supo adaptarse a lo que le pedían y no le quedaba más remedio que fingir ser la chica fuerte a la que nada le duele. Pero era una simple fachada, todo le dolía, todo le calaba hasta el alma.
No fue nunca cómplice de las mentiras, le gustaban las cosas claras, por más que sangraran sus heridas, no obstante de vez en cuando contaba alguna que otra verdad a medias. Esas verdades que después de un tiempo no se sabe cuánto era de mentira.
Cuando se sentía deshecha (unas tres o cuatro veces al día) se encerraba en sí misma y se autoconvencía de que todo iba a salir bien o de qué es lo que tenía que sentir.
A veces se frustraba tanto que ni siquiera sabía quién era ella, ni qué es lo que sentía, ni qué es lo que quería, ni qué es lo que quería ser.
Ser, ser ella misma, sin tapujos.
Las mujeres la odiaban, nunca fue aceptada entre las féminas, supongo que es porque la veían como competencia, como una rival. En la regla está la excepción, ella tenía tres preciosas excepciones que la adoraban y cuidaban como si fuese la cría que nunca quiso dejar de ser, ellas eran Andrea, Claudia y cómo no, su marronera preferida, Loyda.
Los hombres se encaprichaban de ella, al máximo además. Todos querían darle una preciosa historia de amor, de esas en las que al tercer mes ya está todo hecho un desastre, de esas historias de amor del siglo XXI. Hubo algunos que se la merecían, de los que ella quiso enamorarse, sentir algo profundo, a lo romántico, pero a lo Romántico Becqueriano, sino no le valía, pero no pudo ser. Así que cansada de no poder dar nunca a los demás lo que le correspondía, deseó ser simplemente un juguete sexual, que la apreciasen pero que ese cariño no superara nunca la raya entre amor y obsesión.
Como he oído que le dicen por ahí: Fucker and Destroyer.
Últimamente no escribía sus sueños en papel, lo hacía directamente en el ordenador ¡ah¡ cómo cambian los tiempos.
Así que un día, uno de estos días de mayo, decidió esconderse de todo, pese a que no era su juego, pero estaba cansada de herir a todos aquellos Principitos que querían que fuese su rosa sin preocuparse de sus cuatro afiladas espinas.
Se metió en la cama y dejó pasar el tiempo.
Era tiempo de cambiar, de buscar su sitio, de luchar, ya saben: Mañana no será lo que Dios quiera, si no lo que tú quieras.
Era tiempo de dejar de escribir sobre ella misma, dejar de creerse el centro del mundo, pero ¡ah¡ lo peor de todo es que no podía dejar de ser el centro y es que, para ella no existió jamás otro mundo que no fuese el suyo propio.
Aunque bueno, escribir en tercera persona siempre quita egocentrismo a un texto.
domingo, 22 de mayo de 2011
Perdida.
Hace tiempo que deseaba escribir algo, pero no algo para los demás, sino algo para mí misma.
Pero me cuesta bastante, últimamente no sé ni quién soy.
Estoy perdida, desorientada, quiero, no quiero, hoy sí, mañana no. Cosas de la edad, supongo.
Es como si tuviese que elegir mi destino, ahora, ya, sin pensármelo dos veces. Y me equivoco, me equivoco diez veces, veintiséis veces, trece o catorce veces (ya ni me acuerdo) a lo largo del día, y no quedan excusas, ni perdones, ni ganas de reconocer que me he equivocado ni de deshacer de nuevo mi vida y volverla a formar.
No tengo ganas.
Brillante idea, pero ¡oh! Si estuvieses aquí todo sería tan diferente, todo tendría un valor para mí, todo tendría sentido. Pero no estás y vuelvo a caer, a rebotar en el mismo suelo, en el mismo barro, en mis mismas heridas.
Quisiera encontrarte, pero no hay ni una sola pista de ti, solo se diferenciar tu ausencia entre mis lágrimas, y me frustro, no sabes cuánto, ni siquiera tengo palabras para describir el dolor que siento, mezclado, paradójicamente con indiferencia.
El tiempo pasa, y sigo equivocándome, continuamente además, pero sé que contigo me he equivocado ya demasiadas veces, que te he decepcionado, que te he humillado, que te he hecho llorar, suplicar clemencia, y no sé qué hacer para compensarte, ni siquiera sé cuándo volverás. Deja de usar tus impresionantes dotes de venganza conmigo, estoy cansada ya de disculparme.
Vuelve pronto, te necesito, necesito saber qué hacer con mi vida, sin ti no hay reflejo en mi espejo, pese a que llevo dieciocho años decepcionándote te obligo a volver, tenemos que elegir juntas mi camino, mi parte incoherente me empieza a caer mal. Vuelve, parte coherente de mi alma, tráeme tabaco y te perdono, prometo portarme bien y escucharte alguna que otra vez.
Pero me cuesta bastante, últimamente no sé ni quién soy.
Estoy perdida, desorientada, quiero, no quiero, hoy sí, mañana no. Cosas de la edad, supongo.
Es como si tuviese que elegir mi destino, ahora, ya, sin pensármelo dos veces. Y me equivoco, me equivoco diez veces, veintiséis veces, trece o catorce veces (ya ni me acuerdo) a lo largo del día, y no quedan excusas, ni perdones, ni ganas de reconocer que me he equivocado ni de deshacer de nuevo mi vida y volverla a formar.
No tengo ganas.
Brillante idea, pero ¡oh! Si estuvieses aquí todo sería tan diferente, todo tendría un valor para mí, todo tendría sentido. Pero no estás y vuelvo a caer, a rebotar en el mismo suelo, en el mismo barro, en mis mismas heridas.
Quisiera encontrarte, pero no hay ni una sola pista de ti, solo se diferenciar tu ausencia entre mis lágrimas, y me frustro, no sabes cuánto, ni siquiera tengo palabras para describir el dolor que siento, mezclado, paradójicamente con indiferencia.
El tiempo pasa, y sigo equivocándome, continuamente además, pero sé que contigo me he equivocado ya demasiadas veces, que te he decepcionado, que te he humillado, que te he hecho llorar, suplicar clemencia, y no sé qué hacer para compensarte, ni siquiera sé cuándo volverás. Deja de usar tus impresionantes dotes de venganza conmigo, estoy cansada ya de disculparme.
Vuelve pronto, te necesito, necesito saber qué hacer con mi vida, sin ti no hay reflejo en mi espejo, pese a que llevo dieciocho años decepcionándote te obligo a volver, tenemos que elegir juntas mi camino, mi parte incoherente me empieza a caer mal. Vuelve, parte coherente de mi alma, tráeme tabaco y te perdono, prometo portarme bien y escucharte alguna que otra vez.
domingo, 15 de mayo de 2011
Películas.
Llegados a este punto, ya ni siquiera sé qué es lo que quiero ser el día de mañana, de hecho, tampoco sé lo que quiero ser hoy mismo.
Siempre quise que mi vida fuese como una película, ya saben, como las de Disney, quizás.
Todas las niñas sueñan con encontrar a un príncipe y tener corona, y parece ser, que también desean ser huérfanas, por eso de que todas las princesas de Disney no tienen madre.
La verdad es que a mí la realeza nunca me cayó del todo bien, y una republicana en el reino de Walt no está bien vista, además, yo nunca fui huérfana y tampoco desearía serlo para poder llevar corona.
Por otra parte, también me gustan los musicales, pero imaginarme a todo el mundo cantando y gastando veinte minutos para decirme cualquier cosa tampoco es que sea de mi agrado.
Las películas romanticonas de Hollywood tampoco son mi fuerte, quiero decir, sí, son bonitas, pero no hay hombres que vuelvan después de muertos para guiarte y hacerte enamorar de otro varón.
Las de acción me provocan agujetas, y no me parece adecuado dormir cada noche con un revólver bajo mi almohada.
Las de drama están bien, pero de tanto comer tarrinas de litro y medio de helado me pondría como una foca.
Las de comedia me parecen extremadamente absurdas y más si es humor inglés.
Qué decir del cine español, si mi vida fuese una película no desearía que medio país me viese desnuda.
Así que me puse a pensar, y sigo sin saber qué es lo que quiero ser hoy, y mucho menos mañana, pero he decir que, como pueden observar, mejor que mi vida no sea una película, el cine no es de mi agrado, así que esperaré a que saquen la novela.
Mientras, siempre puedo quedarme viendo los anuncios.
Siempre quise que mi vida fuese como una película, ya saben, como las de Disney, quizás.
Todas las niñas sueñan con encontrar a un príncipe y tener corona, y parece ser, que también desean ser huérfanas, por eso de que todas las princesas de Disney no tienen madre.
La verdad es que a mí la realeza nunca me cayó del todo bien, y una republicana en el reino de Walt no está bien vista, además, yo nunca fui huérfana y tampoco desearía serlo para poder llevar corona.
Por otra parte, también me gustan los musicales, pero imaginarme a todo el mundo cantando y gastando veinte minutos para decirme cualquier cosa tampoco es que sea de mi agrado.
Las películas romanticonas de Hollywood tampoco son mi fuerte, quiero decir, sí, son bonitas, pero no hay hombres que vuelvan después de muertos para guiarte y hacerte enamorar de otro varón.
Las de acción me provocan agujetas, y no me parece adecuado dormir cada noche con un revólver bajo mi almohada.
Las de drama están bien, pero de tanto comer tarrinas de litro y medio de helado me pondría como una foca.
Las de comedia me parecen extremadamente absurdas y más si es humor inglés.
Qué decir del cine español, si mi vida fuese una película no desearía que medio país me viese desnuda.
Así que me puse a pensar, y sigo sin saber qué es lo que quiero ser hoy, y mucho menos mañana, pero he decir que, como pueden observar, mejor que mi vida no sea una película, el cine no es de mi agrado, así que esperaré a que saquen la novela.
Mientras, siempre puedo quedarme viendo los anuncios.
lunes, 2 de mayo de 2011
Autores II
Por qué, preguntan algunos, por qué malgastas tu tiempo escribiendo sueños, leyendo versos de otros tiempos, palabras en dedos de autores lejanos.
Dulce ignorancia.
Porque son ellos, autores chilenos, argentinos, ingleses, franceses, españoles…contemporáneos, medievales, renacentistas, barrocos, iluminados…son ellos los que hacen que en un día como hoy, prefiera coger un libro y hacer pasar mi tiempo, llenándome de sus palabras, de sus sueños, de sus frustraciones, antes de saltar al abismo por creer que no queda nada ya en este mundo, nada hermoso por lo que luchar.
Es aquel Cervantes, Carlos Salem, Pablo Neruda, Shakespeare, Goethe, Antonie de Saint-Exupéry, Mario Benedetti, Cernuda, Homero, Lorca…
Son aquellos que me enseñaron a evadirme en historias paralelas, aquellos que me educaron bajo el tan poco valorado mundo de las letras.
No quiero triunfar como escritora, que mi nombre, un sustantivo más, quede en la historia, sólo quiero convertir mis lágrimas en tragedias, mi frustración en ironía que saque alguna que otra sonrisa a aquel que me lea. Que mis palabras resuenen en la conciencia de quien las lea con los ojos del alma.
Lo esencial es invisible a los ojos, ya saben, y supongo que no hace falta que diga que pueden contar conmigo, y no hasta dos ni hasta diez, si no que pueden contar conmigo.
Dulce ignorancia.
Porque son ellos, autores chilenos, argentinos, ingleses, franceses, españoles…contemporáneos, medievales, renacentistas, barrocos, iluminados…son ellos los que hacen que en un día como hoy, prefiera coger un libro y hacer pasar mi tiempo, llenándome de sus palabras, de sus sueños, de sus frustraciones, antes de saltar al abismo por creer que no queda nada ya en este mundo, nada hermoso por lo que luchar.
Es aquel Cervantes, Carlos Salem, Pablo Neruda, Shakespeare, Goethe, Antonie de Saint-Exupéry, Mario Benedetti, Cernuda, Homero, Lorca…
Son aquellos que me enseñaron a evadirme en historias paralelas, aquellos que me educaron bajo el tan poco valorado mundo de las letras.
No quiero triunfar como escritora, que mi nombre, un sustantivo más, quede en la historia, sólo quiero convertir mis lágrimas en tragedias, mi frustración en ironía que saque alguna que otra sonrisa a aquel que me lea. Que mis palabras resuenen en la conciencia de quien las lea con los ojos del alma.
Lo esencial es invisible a los ojos, ya saben, y supongo que no hace falta que diga que pueden contar conmigo, y no hasta dos ni hasta diez, si no que pueden contar conmigo.
lunes, 25 de abril de 2011
Tributo a Sabina:
Alguna vez soñaste con triunfar, con merecer la pena.
Te evadías en tus propias mentiras, más de cien, tal y como dijo Sabina.
Para no cortarte de un tajo las venas decidiste vivir otra historia, decidiste entonces escoger la del pirata cojo, ya sabes, con pata de palo, parche en el ojo y cara de malo, pero útilmente ni el mar te tranquilizaba.
Quisiste, entonces ser la rubia de la cuarta fila, para hacer pactos entre caballeros, pero a veces ni si quieras sabías quién eras, a veces ni recordabas tu nombre, algunos te llamaban Lola Soledad, otros, Carmela, Rocío o, por qué no, Juana la Loca.
Quisiste mudarte al barrio de la Alegría, pero te quedabas anclada en unos versos, viendo cómo pasaba el mes de abril, en tu tan amada calle Melancolía, qué podías hacer, después de años habiendo sido un ave de paso, aquella chica en el asiento de atrás de un coche que jamás preguntaba si la querían.
Ahora, después de 19 días y 500 noches, te arrepientes en vano, y te sobran los motivos para querer aliviar con vinagre y rosas tu piel.
Podrías jugar a la ruleta rusa, ya sabes: carguen, disparen, fuego.
En fin, siempre te quedará ser la princesa con la boca de fresa, con aquella forma genial de hacer daño en una de esas mañanas sofocantes de derilium tremens.
Espero que no venga la SGAE y me meta un puro.
Te evadías en tus propias mentiras, más de cien, tal y como dijo Sabina.
Para no cortarte de un tajo las venas decidiste vivir otra historia, decidiste entonces escoger la del pirata cojo, ya sabes, con pata de palo, parche en el ojo y cara de malo, pero útilmente ni el mar te tranquilizaba.
Quisiste, entonces ser la rubia de la cuarta fila, para hacer pactos entre caballeros, pero a veces ni si quieras sabías quién eras, a veces ni recordabas tu nombre, algunos te llamaban Lola Soledad, otros, Carmela, Rocío o, por qué no, Juana la Loca.
Quisiste mudarte al barrio de la Alegría, pero te quedabas anclada en unos versos, viendo cómo pasaba el mes de abril, en tu tan amada calle Melancolía, qué podías hacer, después de años habiendo sido un ave de paso, aquella chica en el asiento de atrás de un coche que jamás preguntaba si la querían.
Ahora, después de 19 días y 500 noches, te arrepientes en vano, y te sobran los motivos para querer aliviar con vinagre y rosas tu piel.
Podrías jugar a la ruleta rusa, ya sabes: carguen, disparen, fuego.
En fin, siempre te quedará ser la princesa con la boca de fresa, con aquella forma genial de hacer daño en una de esas mañanas sofocantes de derilium tremens.
Espero que no venga la SGAE y me meta un puro.
domingo, 24 de abril de 2011
Huellas.
Era ella, sentada en el suelo, vestida con mi camiseta y un par de besos.
Se tomaba con gracia un café, mientras se fumaba un cigarro, tomándose, a la vez, su tiempo.
Su forma de deshacer mi cama, de no estirar las sábanas jamás.
Aún recuerdo su espalda tatuada, su media sonrisa cuando algo no le parecía del todo bien.
Su cara de picardía cuando me soltaba algún que otro improperio, su manera estrambótica de masticar chicle, su cara inocente llena de una dosis letal de maldad.
Era ella, la que a veces juró ser mi vida, ella, la que prometió no desaparecer jamás de mi lado.
Se esfumó como el humo de aquel cigarro, se consumió entre mis dedos, su pelo negro se convirtió en dorado, y de un día a otro se dejó vestir con otras ropas.
Todas las promesas que me hizo se me clavan ahora en la piel, como antes sus ojos negros.
Aún consigo recordar su voz, pese a que poco a poco se desvanece en mis recuerdos.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
A veces desearía borrarla para siempre de mi cabeza, que se esfumase de mi vida, que nunca hubiese existido para mí, otras, sin embargo, me alegro de haberla tenido, de haber compartido sus manías, sus discusiones, su rara forma de ser.
Pese a toda esa presión que siento en el pecho cuando descubro una cama vacía al caer la noche, aún mantengo la esperanza.
Volveré a vestir de besos a otra mujer, perderé mi ropa en un armario ajeno.
Ella dejó una huella imborrable en mí, pero las huellas de la vida siempre quedan en el pasado.
Se tomaba con gracia un café, mientras se fumaba un cigarro, tomándose, a la vez, su tiempo.
Su forma de deshacer mi cama, de no estirar las sábanas jamás.
Aún recuerdo su espalda tatuada, su media sonrisa cuando algo no le parecía del todo bien.
Su cara de picardía cuando me soltaba algún que otro improperio, su manera estrambótica de masticar chicle, su cara inocente llena de una dosis letal de maldad.
Era ella, la que a veces juró ser mi vida, ella, la que prometió no desaparecer jamás de mi lado.
Se esfumó como el humo de aquel cigarro, se consumió entre mis dedos, su pelo negro se convirtió en dorado, y de un día a otro se dejó vestir con otras ropas.
Todas las promesas que me hizo se me clavan ahora en la piel, como antes sus ojos negros.
Aún consigo recordar su voz, pese a que poco a poco se desvanece en mis recuerdos.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
A veces desearía borrarla para siempre de mi cabeza, que se esfumase de mi vida, que nunca hubiese existido para mí, otras, sin embargo, me alegro de haberla tenido, de haber compartido sus manías, sus discusiones, su rara forma de ser.
Pese a toda esa presión que siento en el pecho cuando descubro una cama vacía al caer la noche, aún mantengo la esperanza.
Volveré a vestir de besos a otra mujer, perderé mi ropa en un armario ajeno.
Ella dejó una huella imborrable en mí, pero las huellas de la vida siempre quedan en el pasado.
miércoles, 20 de abril de 2011
Rozando lo vulgar.
Me encontraba en mi cama, sumida en mis pensamientos, a punto de dormirme cuando una imagen de ti cruzó mi mente. Tú, siempre tan incorrecto.
Te encontrabas encima de mí, tus músculos estaban agarrotados, tensos, entonces, después de varios segundos te dejaste caer sobre mi pecho desnudo, completamente relajado.
No hay nada que adore más que tu imagen tocando el cielo.
A veces eres así de cruel conmigo, supongo que es lo que me excita:
Te vas, vuelves, estás de buenas, estás de malas, me quieres, me traicionas, me haces sentir la mujer más deseada del planeta, dejas de tocarme durante semanas…
Hoy era la última opción.
Llevabas sin desnudarme, ¡sin ni siquiera levantarme la falda! dieciocho días, y de un momento a otro te cruzas en mi mente semidesnudo en mitad de un orgasmo, eres ruin.
Después de pensar en lo tantísimo que te llego a desear a veces, en lo mucho que me apeteces a lo largo del día, decidí enfocar mis pensamientos hacia recuerdos a tu lado. A tu lado, arriba, abajo, bueno, de la forma que quieras.
Pensé entonces en tu espalda desnuda, en tus besos húmedos, en tus caricias comprometedoras y me aceleré.
La masturbación para mí siempre fue una opción, una vía de escape, algo con lo que relajarme, y, para qué mentir, hubo días en los que llegué a rozar la ninfomanía.
Podría haberme conformado con tocarme recordándote, pero gozo de una buena imaginación y decidí hacer realidad mis fantasías contigo en una noche solitaria.
Me puse en situación:
Tocabas el timbre, te abría la puerta y, directamente, te lanzabas a mi cuello. En estos juegos me gusta ser la presa, carne jugosa para tu paladar.
A la vez que imaginaba cómo me desabrochabas los tres primeros botones de mi camisa, me metí una mano bajo la camiseta y empecé a acariciarme los pechos, mientras, tú, en mi imaginación mordías con cuidado mis pezones.
Acto seguido, me empezaste a susurrar cosas obscenas al oído, a la vez que jugabas con tu lengua en mi oreja, te agarré la cintura con fuerza y te acerqué a mí.
Te noté debajo de mi ombligo, llegados a ese punto, sabía que estabas en mi terreno. Así que una vez que hubo volado mi camisa y mi sujetador, te quité tu camiseta y te desabroché el pantalón.
El mero hecho de imaginar tu torso desnudo me hizo estremecer, entonces sumergí mi mano derecha debajo de mis bragas y empecé a acariciarme. Estaba mojada de esa humedad que tú me conoces.
Imaginé como poco a poco terminabas de desnudarme mientras me vestías de besos y mordiscos.
Me ataste, para que, lejos de poder defenderme, hicieses conmigo lo que se te antojase.
No pensaba ponerte impedimentos igualmente.
Seguiste tocándome, jugando con mi cuerpo, hasta que entre gemido y gemido te supliqué que te metieses dentro de mí.
Eso era lo que te gustaba, sentirte poderoso, dueño de mi cuerpo, adorabas que fuese tan de tu propiedad.
En el momento en el que imaginé como me hacías el amor desenfrenadamente, empecé a usar mis dedos para llegar al clímax.
Tras un rato viéndote de una manera tan lúcida en mi mente e imaginando que no eran mis manos las que me tocaban si no las tuyas no pude más y en una explosión de energía me dejé ir.
Me quedé relajada y poco a poco tu imagen se fue evaporando de mi cabeza.
Te fuiste, como te vas todas las noches de mi cama y me dejas dormir sola, abrazada a la única esperanza de volver a verte al día siguiente.
Hace dieciocho días que no te siento dentro, te echo de menos.
La masturbación no está mal pero esto empieza ya a rozar lo vulgar.
Te encontrabas encima de mí, tus músculos estaban agarrotados, tensos, entonces, después de varios segundos te dejaste caer sobre mi pecho desnudo, completamente relajado.
No hay nada que adore más que tu imagen tocando el cielo.
A veces eres así de cruel conmigo, supongo que es lo que me excita:
Te vas, vuelves, estás de buenas, estás de malas, me quieres, me traicionas, me haces sentir la mujer más deseada del planeta, dejas de tocarme durante semanas…
Hoy era la última opción.
Llevabas sin desnudarme, ¡sin ni siquiera levantarme la falda! dieciocho días, y de un momento a otro te cruzas en mi mente semidesnudo en mitad de un orgasmo, eres ruin.
Después de pensar en lo tantísimo que te llego a desear a veces, en lo mucho que me apeteces a lo largo del día, decidí enfocar mis pensamientos hacia recuerdos a tu lado. A tu lado, arriba, abajo, bueno, de la forma que quieras.
Pensé entonces en tu espalda desnuda, en tus besos húmedos, en tus caricias comprometedoras y me aceleré.
La masturbación para mí siempre fue una opción, una vía de escape, algo con lo que relajarme, y, para qué mentir, hubo días en los que llegué a rozar la ninfomanía.
Podría haberme conformado con tocarme recordándote, pero gozo de una buena imaginación y decidí hacer realidad mis fantasías contigo en una noche solitaria.
Me puse en situación:
Tocabas el timbre, te abría la puerta y, directamente, te lanzabas a mi cuello. En estos juegos me gusta ser la presa, carne jugosa para tu paladar.
A la vez que imaginaba cómo me desabrochabas los tres primeros botones de mi camisa, me metí una mano bajo la camiseta y empecé a acariciarme los pechos, mientras, tú, en mi imaginación mordías con cuidado mis pezones.
Acto seguido, me empezaste a susurrar cosas obscenas al oído, a la vez que jugabas con tu lengua en mi oreja, te agarré la cintura con fuerza y te acerqué a mí.
Te noté debajo de mi ombligo, llegados a ese punto, sabía que estabas en mi terreno. Así que una vez que hubo volado mi camisa y mi sujetador, te quité tu camiseta y te desabroché el pantalón.
El mero hecho de imaginar tu torso desnudo me hizo estremecer, entonces sumergí mi mano derecha debajo de mis bragas y empecé a acariciarme. Estaba mojada de esa humedad que tú me conoces.
Imaginé como poco a poco terminabas de desnudarme mientras me vestías de besos y mordiscos.
Me ataste, para que, lejos de poder defenderme, hicieses conmigo lo que se te antojase.
No pensaba ponerte impedimentos igualmente.
Seguiste tocándome, jugando con mi cuerpo, hasta que entre gemido y gemido te supliqué que te metieses dentro de mí.
Eso era lo que te gustaba, sentirte poderoso, dueño de mi cuerpo, adorabas que fuese tan de tu propiedad.
En el momento en el que imaginé como me hacías el amor desenfrenadamente, empecé a usar mis dedos para llegar al clímax.
Tras un rato viéndote de una manera tan lúcida en mi mente e imaginando que no eran mis manos las que me tocaban si no las tuyas no pude más y en una explosión de energía me dejé ir.
Me quedé relajada y poco a poco tu imagen se fue evaporando de mi cabeza.
Te fuiste, como te vas todas las noches de mi cama y me dejas dormir sola, abrazada a la única esperanza de volver a verte al día siguiente.
Hace dieciocho días que no te siento dentro, te echo de menos.
La masturbación no está mal pero esto empieza ya a rozar lo vulgar.
martes, 19 de abril de 2011
Partidas.
Hubo un tiempo en el que decidías buscarte en los brazos de cualquiera que te soltase tres cosas bonitas y te levantase una ceja.
Esto era así, te perdías en ti misma, no querías encontrarte.
Las noches pasaban fugaces, y no era absurdo pararse a beber un café y a tomar unas tostadas para empezar el día, pero no, ese no era tu juego, o te desayunaban o te mantenías en ayunas.
El tiempo fue pasando y por más que suene ridículo puesto en boca de una dieciochoañera, ya no quieres peones a los que comerte ni torres desde las que lanzarte, ahora solo quieres un rey que te proteja, que te haga compañía por las mañanas, que se beba contigo el café mientras comentáis las noticias.
Sueños de adulta para una cría.
Pero ahora éste era su nuevo juego, no quería hacer trampas.
Se vestía con tirantes para no poder ocultar ningún As bajo su manga.
Si daban con un Jaque Mate, éste debería acabar con los dos, uno sólo en su tablero no tenía sentido.
Esto era así, te perdías en ti misma, no querías encontrarte.
Las noches pasaban fugaces, y no era absurdo pararse a beber un café y a tomar unas tostadas para empezar el día, pero no, ese no era tu juego, o te desayunaban o te mantenías en ayunas.
El tiempo fue pasando y por más que suene ridículo puesto en boca de una dieciochoañera, ya no quieres peones a los que comerte ni torres desde las que lanzarte, ahora solo quieres un rey que te proteja, que te haga compañía por las mañanas, que se beba contigo el café mientras comentáis las noticias.
Sueños de adulta para una cría.
Pero ahora éste era su nuevo juego, no quería hacer trampas.
Se vestía con tirantes para no poder ocultar ningún As bajo su manga.
Si daban con un Jaque Mate, éste debería acabar con los dos, uno sólo en su tablero no tenía sentido.
jueves, 7 de abril de 2011
Sin vergüenza.
¨Esto no viene de ahora, lo supe desde que te conocí¨
Las cosas se empiezan a poner serias, y lo cierto es que no me desagrada, odiaría que fuese de otra manera.
Vacilamos ante todas las personas del verbo dudar, ya sabes: yo dudo, tú dudas… y no es absurdo, puesto que no ha sido fácil para ninguno de los dos dejarse llevar por esto, llámalo destino, puedes llamarlo Karma, yo, bueno, yo simplemente lo llamo por tu nombre.
Sí, es verdad, las cosas se empiezan a poner serias, pero cómo luchar contra un vicio tan apetecible.
Me empiezo a quedar sin palabras, sin estilo, sin caracteres, así que dejaré que tus trazos dibujen confianza en mi espalda, que mis palabras escriban optimismo en tu cintura.
Las cosas se empiezan a poner serias, y lo cierto es que no me desagrada, odiaría que fuese de otra manera.
Vacilamos ante todas las personas del verbo dudar, ya sabes: yo dudo, tú dudas… y no es absurdo, puesto que no ha sido fácil para ninguno de los dos dejarse llevar por esto, llámalo destino, puedes llamarlo Karma, yo, bueno, yo simplemente lo llamo por tu nombre.
Sí, es verdad, las cosas se empiezan a poner serias, pero cómo luchar contra un vicio tan apetecible.
Me empiezo a quedar sin palabras, sin estilo, sin caracteres, así que dejaré que tus trazos dibujen confianza en mi espalda, que mis palabras escriban optimismo en tu cintura.
martes, 5 de abril de 2011
Valentía.
Que todo empieza y todo acaba es un hecho.
Ni estoy pidiendo perdón ni estoy sirviéndote mi orgullo, no obstante, hoy, como siempre, pienso en ti.
¿Cómo no hacerlo? si te noto presente, si formas parte de mi vida, por más que pasen los años, por más que pasen noviembres.
Son tus manos suaves las que cogía con ternura cuando, arrepentida, no podía mirarte a la cara.
Son tus nuevos ojos fríos, sin pies diminutos ni color verde hierba.
Mi vida ahora sin ti, Valentía.
Me falta algo, me sobra una parte de mi misma.
Y qué hacer, si no hay dos sin tres y mi tercera se aleja ahora, quedándose a la vez tan cerca.
Me frustro, pero la vida a veces es así de cruel: te guía hasta tu destino y después te echa de tu sitio sin dar explicaciones.
Supongo que ya no quedan más inviernos a tu lado, ni reglas, ni Argentina, ni cervezas, ni un cigarro para mí en tu paquete, ni treinta años antes de mañana.
Igualmente, y pese a todo, siempre serás para mí una hermana que se marcha.
Ni estoy pidiendo perdón ni estoy sirviéndote mi orgullo, no obstante, hoy, como siempre, pienso en ti.
¿Cómo no hacerlo? si te noto presente, si formas parte de mi vida, por más que pasen los años, por más que pasen noviembres.
Son tus manos suaves las que cogía con ternura cuando, arrepentida, no podía mirarte a la cara.
Son tus nuevos ojos fríos, sin pies diminutos ni color verde hierba.
Mi vida ahora sin ti, Valentía.
Me falta algo, me sobra una parte de mi misma.
Y qué hacer, si no hay dos sin tres y mi tercera se aleja ahora, quedándose a la vez tan cerca.
Me frustro, pero la vida a veces es así de cruel: te guía hasta tu destino y después te echa de tu sitio sin dar explicaciones.
Supongo que ya no quedan más inviernos a tu lado, ni reglas, ni Argentina, ni cervezas, ni un cigarro para mí en tu paquete, ni treinta años antes de mañana.
Igualmente, y pese a todo, siempre serás para mí una hermana que se marcha.
jueves, 31 de marzo de 2011
Heroínas Urbanas I
Qué hacer cuando me vaya, qué hacer cuando te vayas.
Cuando no te tenga cada día para soltarme algún que otro sermón, el mero hecho de sentirme lejos de ti me inunda de melancolía.
Tú me has hecho tal y como soy, con mis buenos modales y mis malos ejemplos.
No me has llevado nueve meses en tu vientre, pero ¿qué importa eso si me has llevado dieciocho años en tu corazón?
Eres muchísimo más que una bella persona, que una madre, eres mi heroína urbana, aquella que lucha contra todas las injusticias que nos rodean, aquella que saca las uñas cada vez que alguien me ataca, el altruismo personificado, la sabiduría, el calor humano, la honestidad.
Todos los adjetivos hermosos de mi vocabulario llevan tu nombre.
Guardaste para ti tus lágrimas en todas aquellas noches de tormenta que me quedaba en vela, sabías de mi tristeza en Navidad, y siempre me intentabas consolar desde la distancia. Sabes de cada una de las cicatrices de mi alma.
Hoy, como cualquier otro día, doy las gracias al cielo por tenerte a mi lado, y cavilando me di cuenta de que jamás te escribí unas letras, ¡qué hipócrita soy¡ Tú te las mereces más que nadie.
Cada vez que te escucho reír me alegras el día, es tan difícil sacarte una sonrisa…
Entonces es cuando pienso en todos esos malos momentos que te di, y no sabes lo muchísimo que me arrepiento, me pasé diecisiete años buscando a una madre que me llamase hija, y ahora me doy cuenta de lo imbécil que fui.
Madres en este mundo hay demasiadas, de hecho, las hay que sobran, Matata sólo hay una, es sólo mía y, aparte de ser mi madre, sigue siendo a día de hoy mi heroína.
Cuando no te tenga cada día para soltarme algún que otro sermón, el mero hecho de sentirme lejos de ti me inunda de melancolía.
Tú me has hecho tal y como soy, con mis buenos modales y mis malos ejemplos.
No me has llevado nueve meses en tu vientre, pero ¿qué importa eso si me has llevado dieciocho años en tu corazón?
Eres muchísimo más que una bella persona, que una madre, eres mi heroína urbana, aquella que lucha contra todas las injusticias que nos rodean, aquella que saca las uñas cada vez que alguien me ataca, el altruismo personificado, la sabiduría, el calor humano, la honestidad.
Todos los adjetivos hermosos de mi vocabulario llevan tu nombre.
Guardaste para ti tus lágrimas en todas aquellas noches de tormenta que me quedaba en vela, sabías de mi tristeza en Navidad, y siempre me intentabas consolar desde la distancia. Sabes de cada una de las cicatrices de mi alma.
Hoy, como cualquier otro día, doy las gracias al cielo por tenerte a mi lado, y cavilando me di cuenta de que jamás te escribí unas letras, ¡qué hipócrita soy¡ Tú te las mereces más que nadie.
Cada vez que te escucho reír me alegras el día, es tan difícil sacarte una sonrisa…
Entonces es cuando pienso en todos esos malos momentos que te di, y no sabes lo muchísimo que me arrepiento, me pasé diecisiete años buscando a una madre que me llamase hija, y ahora me doy cuenta de lo imbécil que fui.
Madres en este mundo hay demasiadas, de hecho, las hay que sobran, Matata sólo hay una, es sólo mía y, aparte de ser mi madre, sigue siendo a día de hoy mi heroína.
miércoles, 30 de marzo de 2011
Anadiplosis.
A veces la prosa nos deja soñar un sueño,
un sueño del que la lírica permite contar un cuento,
un cuento que narro frente a tu sonrisa frustrada.
Esa sonrisa que olvida que a veces la prosa nos deja soñar un sueño.
Son mis versos, los que escribo, con los que voy indagando:
en tu alma, en tus alas, en tu boca, y por qué no, en tus años.
Son mis musas tus palabras, vigías crueles del pasado,
las dueñas de lo indecente, con las que voy naufragando.
Son mis sílabas tus miradas, aquellas que voy olvidando,
no me arrepiento de lo vivido, no me quejo de lo lejano.
No cuelgues nunca tu vida, nunca saltes desde el barranco.
Sigue fiel a ti mismo, por soñar no estas pecando.
un sueño del que la lírica permite contar un cuento,
un cuento que narro frente a tu sonrisa frustrada.
Esa sonrisa que olvida que a veces la prosa nos deja soñar un sueño.
Son mis versos, los que escribo, con los que voy indagando:
en tu alma, en tus alas, en tu boca, y por qué no, en tus años.
Son mis musas tus palabras, vigías crueles del pasado,
las dueñas de lo indecente, con las que voy naufragando.
Son mis sílabas tus miradas, aquellas que voy olvidando,
no me arrepiento de lo vivido, no me quejo de lo lejano.
No cuelgues nunca tu vida, nunca saltes desde el barranco.
Sigue fiel a ti mismo, por soñar no estas pecando.
lunes, 28 de marzo de 2011
Soldados.
Existió una vez un soldado, que sólo con la compañía de su fusil fue buscando durante meses una casa donde resguardarse, donde refugiarse del frío, donde esquivar la guerra.
Dicen las malas lenguas que una vez que hubo encontrado la casa que buscaba, ella estaba en ruinas y que tras varias semanas arreglando aquel estropicio, cuando ya la había restaurado por completo, llegó su antiguo inquilino y, como si de un mísero okupa se tratase, lo echó sin miramiento ninguno.
Dura historia, pues el soldado se vio de nuevo sin hogar, sin unas cuatro paredes a las que contarle su verdad, sin el calor de unas sábanas compartidas, sin un cómodo sofá donde poder dormir la siesta.
La soledad lo perseguía, y corrió tan lejos que terminó por perderse.
Entonces, de la nada, empezó a nevar, todo se enfrió a su alrededor, se le helaron las manos, y no encontró ninguna casa en la que sentir el calor que había sentido sentado al lado de la chimenea del hogar que restauró.
Casi muerto de frío empezó a andar sin camino con la intención de llegar al campamento, aquel del que se habló capítulos atrás.
Cuál fue su sorpresa cuando, bajo la tempestad volvió a ver aquella casa.
Pese a que habían pasado semanas, o incluso meses, decidió ir a comprobar si estaba otra vez desecha. Pero no, esta vez no estaba en ruinas, estaba vacía, como nueva, tal y como él tuvo que dejarla, sonrió, se metió dentro de ella y se echó a dormir.
La tormenta tardó poco en cesar, salió un brillante sol primaveral, pero, por si acaso aquel soldado, esta vez ya escarmentado, fue hacia la puerta de aquella casa y echó el pestillo.
Ya se sabe, no hay guerras civiles si se cierran bien las puertas.
Dicen las malas lenguas que una vez que hubo encontrado la casa que buscaba, ella estaba en ruinas y que tras varias semanas arreglando aquel estropicio, cuando ya la había restaurado por completo, llegó su antiguo inquilino y, como si de un mísero okupa se tratase, lo echó sin miramiento ninguno.
Dura historia, pues el soldado se vio de nuevo sin hogar, sin unas cuatro paredes a las que contarle su verdad, sin el calor de unas sábanas compartidas, sin un cómodo sofá donde poder dormir la siesta.
La soledad lo perseguía, y corrió tan lejos que terminó por perderse.
Entonces, de la nada, empezó a nevar, todo se enfrió a su alrededor, se le helaron las manos, y no encontró ninguna casa en la que sentir el calor que había sentido sentado al lado de la chimenea del hogar que restauró.
Casi muerto de frío empezó a andar sin camino con la intención de llegar al campamento, aquel del que se habló capítulos atrás.
Cuál fue su sorpresa cuando, bajo la tempestad volvió a ver aquella casa.
Pese a que habían pasado semanas, o incluso meses, decidió ir a comprobar si estaba otra vez desecha. Pero no, esta vez no estaba en ruinas, estaba vacía, como nueva, tal y como él tuvo que dejarla, sonrió, se metió dentro de ella y se echó a dormir.
La tormenta tardó poco en cesar, salió un brillante sol primaveral, pero, por si acaso aquel soldado, esta vez ya escarmentado, fue hacia la puerta de aquella casa y echó el pestillo.
Ya se sabe, no hay guerras civiles si se cierran bien las puertas.
domingo, 27 de marzo de 2011
Vicios.
A veces las viejas costumbres son las mejores, como esa canción que dura diecisiete minutos y no puedes parar de escuchar, como poner tu reproductor de música en orden aleatorio, como salir a la terraza en toalla y dejarte secar al aire libre mientras un vecino salido babea por ti.
Como oler los libros viejos, o reírte de ti misma y de los demás, como el sexo, la masturbación, la pornografía, las mujeres provocadoras, como los diamantes en un anillo.
A veces las viejas costumbres son las mejores: blasfemar, llorar, bailar, beber, fumar.
Todas esas viejas costumbres que se convierten hoy en pequeños placeres de la vida, viejas costumbres o no tan viejas, como tu pelo, tus manos, tu espalda, tu cuerpo desnudo a mi lado, tu boca, tus dientes, tus caricias, tu sonrisa.
Mi nueva costumbre, tú, conviértete en mi nuevo placer vital, permíteme seducirte, prohíbeme negarme.
Como oler los libros viejos, o reírte de ti misma y de los demás, como el sexo, la masturbación, la pornografía, las mujeres provocadoras, como los diamantes en un anillo.
A veces las viejas costumbres son las mejores: blasfemar, llorar, bailar, beber, fumar.
Todas esas viejas costumbres que se convierten hoy en pequeños placeres de la vida, viejas costumbres o no tan viejas, como tu pelo, tus manos, tu espalda, tu cuerpo desnudo a mi lado, tu boca, tus dientes, tus caricias, tu sonrisa.
Mi nueva costumbre, tú, conviértete en mi nuevo placer vital, permíteme seducirte, prohíbeme negarme.
jueves, 24 de marzo de 2011
Refrescos.
¨Las relaciones son como las botellas de cocacola de dos litros, con los primeros tragos se te saltan las lágrimas y tienes cosquillas en la barriga, después intentas que con el paso de los días no se le vaya el gas, y por más que intentes guardarla, siempre acaba por ponerse manía¨
Por eso prefiero beber en lata, sientes el cosquilleo del momento y después a la basura.
Por eso prefiero beber en lata, sientes el cosquilleo del momento y después a la basura.
viernes, 18 de marzo de 2011
22, 26, 28.
¿Dónde están los versos en los que te encontraba?
¿Dónde están las caricias de nuestras almas amedrentadas?
¿Dónde está el lugar donde tu amor guardaba?
¿Dónde están tus manos? perdidas, olvidadas.
Pasó lo que siempre pasa, el tiempo.
Y te perdí y por más que busco no encuentro,
resquicios de un amor tierno, lento,
que se torna ahora en un ruin lamento.
Ya no valen mis palabras, tus miradas.
Ya no valen tus súplicas, mi clemencia.
Hoy ya no es ayer y es tarde, se acerca tu partida.
Te busco, me buscas y por más que quieres, no encuentras.
El dolor por mi ser, fluye, baja severo por mi ombligo,
y pese a que te añora, no espera de ti salvo tu cuerpo amargo.
Dime dónde te dejé perdido, olvidado.
Haz que vuelvan los versos en los que te hube encontrado.
¿Dónde están las caricias de nuestras almas amedrentadas?
¿Dónde está el lugar donde tu amor guardaba?
¿Dónde están tus manos? perdidas, olvidadas.
Pasó lo que siempre pasa, el tiempo.
Y te perdí y por más que busco no encuentro,
resquicios de un amor tierno, lento,
que se torna ahora en un ruin lamento.
Ya no valen mis palabras, tus miradas.
Ya no valen tus súplicas, mi clemencia.
Hoy ya no es ayer y es tarde, se acerca tu partida.
Te busco, me buscas y por más que quieres, no encuentras.
El dolor por mi ser, fluye, baja severo por mi ombligo,
y pese a que te añora, no espera de ti salvo tu cuerpo amargo.
Dime dónde te dejé perdido, olvidado.
Haz que vuelvan los versos en los que te hube encontrado.
lunes, 14 de febrero de 2011
Sin Título.
Dama oscura que llamas a mi puerta, a la fría Fiammeta de Boccaccio te asemenjas.
Dañas mi alma con tus dudas, transformas mis súplicas en sátira clemencia.
Numerosas veces pedí tu marcha, mas el deseo de poseerte me envuelve y enloquece.
Vuelve a mi en la cruel noche y adivina en mi mirada las ansias de quererte.
Dañas mi alma con tus dudas, transformas mis súplicas en sátira clemencia.
Numerosas veces pedí tu marcha, mas el deseo de poseerte me envuelve y enloquece.
Vuelve a mi en la cruel noche y adivina en mi mirada las ansias de quererte.
sábado, 12 de febrero de 2011
Complicaciones.
Lo que ella deseaba era volver el tiempo atrás, para no cometer los mismos fallos de siempre, para cambiar su rutina, para aprender que amar solo trae complicaciones.
Complicaciones, complicaciones, ya no es como antes, ya no es como antes.
El tiempo pasa, y tenía que aprender a verlo, los años no perdonan. Típico tópico.
Las mismas discusiones de los sábados noches, las mismas reconciliaciones sin sentido de los domingos.
Y no, ella ya no podía más.
Cuántas noches se durmió abrazada a una esperanza, soñando con su cintura, imaginando su cuerpo dormido y callado a su lado.
Todo fue en vano, y es absurdo ahora, mirar el reloj deseando que el segundero, lejos de sentirse aludido, retroceda.
Era más fácil decir adiós, pero no, las cosas si no son complicadas, son aburridas.
Pedía a gritos simpleza, un poco de simpleza en su tan reliante vida.
Se sentó cansada, sin fuerzas, dio la vuelta a su reloj y decidió unirse a su enemigo, dejar que el tiempo pasase y se encargarse de cerrar sus heridas, total, hay que cuidar a las personas que de verdad te quieren, ¿no?
Complicaciones, complicaciones, ya no es como antes, ya no es como antes.
El tiempo pasa, y tenía que aprender a verlo, los años no perdonan. Típico tópico.
Las mismas discusiones de los sábados noches, las mismas reconciliaciones sin sentido de los domingos.
Y no, ella ya no podía más.
Cuántas noches se durmió abrazada a una esperanza, soñando con su cintura, imaginando su cuerpo dormido y callado a su lado.
Todo fue en vano, y es absurdo ahora, mirar el reloj deseando que el segundero, lejos de sentirse aludido, retroceda.
Era más fácil decir adiós, pero no, las cosas si no son complicadas, son aburridas.
Pedía a gritos simpleza, un poco de simpleza en su tan reliante vida.
Se sentó cansada, sin fuerzas, dio la vuelta a su reloj y decidió unirse a su enemigo, dejar que el tiempo pasase y se encargarse de cerrar sus heridas, total, hay que cuidar a las personas que de verdad te quieren, ¿no?
sábado, 29 de enero de 2011
Lamentable.
Para todas esas compañeras de batalla que luchan contra la misoginia de los hombres:
-¿Cuántos años tienes?
-Diecisiete.
-¿Y con diecisiete años estás encadenada a un hombre?
-Le quiero.
-¿Es acaso esa excusa para estar subordinada a él?
No, claro que no.
Queridas compañeras, que no amigas, todas aquellas que estáis bajo las redes de un hombre que hace tiempo que dejó de ser aquel que os enamoró, os pregunto, ¿merece la pena?
¿Merece la pena desperdiciar los mejores años de vuestra vida por alguien que seguramente no os llegará ni a la suela de los zapatos?
El género femenino tiene muchas desventajas respecto a los hombres, sí, eso es un hecho, seamos realistas, pero ya se acabaron los tiempos en los que éramos el ¨sexo débil¨ , ahora las ventajas abundan, ¿ no es cierto que somos nosotras las que podemos elegir estar con el hombre que queramos?
Tenemos la opción de elegir, la opción de jugar en casa y ganar.
Y tú, con diecisiete primaveras acatas las órdenes de un dictador, besas el suelo por donde pisa y hasta aceptas sus golpes. ¿ No te da vergüenza?
Huye, se libre, ríe, baila, bebe, folla.
¿ O es que sólo ese cretino tiene derecho a tocar tu suave piel?
Sigue amando cada insulto que te suelta, sigue perdonando sus golpes, sigue creyéndolo cuando venga a pedirte clemencia.
De mientras, tus mismas antepasadas se estarán revolviéndose en sus tumbas.
Cuando abras los ojos, muñequita rota, te darás cuenta de que el tiempo no vuelve atrás y que el tiempo que perdiste no lo recuperarás jamás.
Después de tantos años de lucha contra la represión masculina, vas tú y te encadenas a la pata de su cama como si fueses una perra. Puedes traerle las zapatillas con la boca, quizás te de una galletita.
Qué triste.
-¿Cuántos años tienes?
-Diecisiete.
-¿Y con diecisiete años estás encadenada a un hombre?
-Le quiero.
-¿Es acaso esa excusa para estar subordinada a él?
No, claro que no.
Queridas compañeras, que no amigas, todas aquellas que estáis bajo las redes de un hombre que hace tiempo que dejó de ser aquel que os enamoró, os pregunto, ¿merece la pena?
¿Merece la pena desperdiciar los mejores años de vuestra vida por alguien que seguramente no os llegará ni a la suela de los zapatos?
El género femenino tiene muchas desventajas respecto a los hombres, sí, eso es un hecho, seamos realistas, pero ya se acabaron los tiempos en los que éramos el ¨sexo débil¨ , ahora las ventajas abundan, ¿ no es cierto que somos nosotras las que podemos elegir estar con el hombre que queramos?
Tenemos la opción de elegir, la opción de jugar en casa y ganar.
Y tú, con diecisiete primaveras acatas las órdenes de un dictador, besas el suelo por donde pisa y hasta aceptas sus golpes. ¿ No te da vergüenza?
Huye, se libre, ríe, baila, bebe, folla.
¿ O es que sólo ese cretino tiene derecho a tocar tu suave piel?
Sigue amando cada insulto que te suelta, sigue perdonando sus golpes, sigue creyéndolo cuando venga a pedirte clemencia.
De mientras, tus mismas antepasadas se estarán revolviéndose en sus tumbas.
Cuando abras los ojos, muñequita rota, te darás cuenta de que el tiempo no vuelve atrás y que el tiempo que perdiste no lo recuperarás jamás.
Después de tantos años de lucha contra la represión masculina, vas tú y te encadenas a la pata de su cama como si fueses una perra. Puedes traerle las zapatillas con la boca, quizás te de una galletita.
Qué triste.
miércoles, 19 de enero de 2011
Relojes.
El mundo sigue girando por más que tú te pares. Por más que quieras que el tiempo se congele, éste sigue derritiendo las horas.
!Qué frustrante¡
A veces deseas que tu vida sea una obra de teatro, y que cuando caiga el telón tengas algo nuevo, otro papel.
Pero entre acto y acto no hay descanso en tu vida, y, Cariño, no estás sacada del Show de Truman.
Las balas no son de fogueo, y no puedes repetir tu diálogo si te has confundido o te has saltado dos palabras.
Por más que seas títere en manos de un supuesto gobierno democrático, no controlas tu vida.
Sigue girando en el sentido contrario de las agujas del reloj, algún día, cuando caiga tu telón te darás cuenta de que es demasiado tarde.
!Qué frustrante¡
A veces deseas que tu vida sea una obra de teatro, y que cuando caiga el telón tengas algo nuevo, otro papel.
Pero entre acto y acto no hay descanso en tu vida, y, Cariño, no estás sacada del Show de Truman.
Las balas no son de fogueo, y no puedes repetir tu diálogo si te has confundido o te has saltado dos palabras.
Por más que seas títere en manos de un supuesto gobierno democrático, no controlas tu vida.
Sigue girando en el sentido contrario de las agujas del reloj, algún día, cuando caiga tu telón te darás cuenta de que es demasiado tarde.
miércoles, 12 de enero de 2011
Ese arte llamado Literatura:
Lléname de vida, haz perder mi tiempo.
Inunda mi cabeza con sueños eternos,
de vidas lejanas, sin alas ni dueño.
Estrofas que quieren romper el momento.
Ocupa mi alma, invádeme de suerte.
Déjame pasear por las mil noches de Oriente.
Oblígame a amarte, permíteme quererte.
Eres tú, poesía, Literatura latente.
Inunda mi cabeza con sueños eternos,
de vidas lejanas, sin alas ni dueño.
Estrofas que quieren romper el momento.
Ocupa mi alma, invádeme de suerte.
Déjame pasear por las mil noches de Oriente.
Oblígame a amarte, permíteme quererte.
Eres tú, poesía, Literatura latente.
lunes, 10 de enero de 2011
Ego, me, mei, mihi.
Lo mejor de mi vida son tus manos en las mías, tu piel suave al mediodía, tus ojos naufragantes en mi ombligo.
Tu sonrisa entristecita y tu entrecejo fruncido.
Lo mejor de mí, son las crónicas de tus pesadillas, la esperanza de tu horizonte, tu saliva mezclada con la mía.
Lo mejor de mí, son mis sueños sobre tu persona, mi espera, mis ilusiones expandidas en tu pecho.
Lo mejor de mí, es tu libertad, tu fácil vuelo, tu lejanía.
Tu de mil colores pelo, tus desbordantes manías, tu rareza con atisbos de belleza.
Lo mejor de mí, son tus mil y una noches de defectos, tus menos veinte virtudes.
Tu odio hacia un mundo indiferente, tus amaneceres infinitos, tu café negro amargado con misantropía.
Lo mejor de mí, es el reflejo de mi alma en el espejo.
Tu sonrisa entristecita y tu entrecejo fruncido.
Lo mejor de mí, son las crónicas de tus pesadillas, la esperanza de tu horizonte, tu saliva mezclada con la mía.
Lo mejor de mí, son mis sueños sobre tu persona, mi espera, mis ilusiones expandidas en tu pecho.
Lo mejor de mí, es tu libertad, tu fácil vuelo, tu lejanía.
Tu de mil colores pelo, tus desbordantes manías, tu rareza con atisbos de belleza.
Lo mejor de mí, son tus mil y una noches de defectos, tus menos veinte virtudes.
Tu odio hacia un mundo indiferente, tus amaneceres infinitos, tu café negro amargado con misantropía.
Lo mejor de mí, es el reflejo de mi alma en el espejo.
viernes, 7 de enero de 2011
Querida Reina de lo absurdo.
No hace tanto de aquella niña boba, aquella que se dejaba amedrentar por el caos de la inocencia.
Aún recuerdo sus lágrimas y sus noches en vela, sus súplicas y sus sollozos pidiendo clemencia. Es ahí cuando me estremezco.
Cómo no hacerlo, si vuelven a mi mente pensamientos oscuros después de tantos años.
Todavía sigo exigiéndole explicaciones a mi almohada, escribiendo en papel los sueños frustrados de una escritora fracasada.
Mil disculpas a aquella niña de hace cinco años, la que se propuso cambiar cada domingo, he de reconocer, pequeña, que seguimos siendo la misma, aún espero un sábado, ya sabes, ahora para prometerme algo necesito una copa y aquí solo me dejan salir el sexto día.
Espero no haberte defraudado demasiado, mi niña, pero la vida en el sur no me deja otra opción.
Sigue creciendo y escribiendo tus desvaríos.
Espero tu respuesta.
Aún recuerdo sus lágrimas y sus noches en vela, sus súplicas y sus sollozos pidiendo clemencia. Es ahí cuando me estremezco.
Cómo no hacerlo, si vuelven a mi mente pensamientos oscuros después de tantos años.
Todavía sigo exigiéndole explicaciones a mi almohada, escribiendo en papel los sueños frustrados de una escritora fracasada.
Mil disculpas a aquella niña de hace cinco años, la que se propuso cambiar cada domingo, he de reconocer, pequeña, que seguimos siendo la misma, aún espero un sábado, ya sabes, ahora para prometerme algo necesito una copa y aquí solo me dejan salir el sexto día.
Espero no haberte defraudado demasiado, mi niña, pero la vida en el sur no me deja otra opción.
Sigue creciendo y escribiendo tus desvaríos.
Espero tu respuesta.
jueves, 6 de enero de 2011
Encuentrate.
Hace tiempo que te buscas en tu pelo, en tus orejas, en tus pechos, en tu cintura...y nunca te hayas, qué triste.
Esta tierra empieza a estar enfangada, y estas aguas, las que te vieron crecer, no están en calma.
Te buscaste siempre en los problemas de los demás, en aquella estrella fugaz que encontró en aquel pesebre nada excepto miseria.
Tu carta de Reyes Magos se resumió siempre en una sola palabra: Felicidad.
Pero este año ni siquiera la escribiste, vaya, últimamente estás más republicana que de costumbre.
Píntale una sonrisa al mundo y sal a la vida, enfréntate a la mediocridad, prohíbele el paso a la ingenuidad. Odia a las personas, que te de asco la humanidad.
Escribe en letras bonitas palabras obscenas, destroza tus muelles, sal de esta ciudad.
Escúchate, escúchalos, el problema no son ellos, el problema eres tú.
Esta tierra empieza a estar enfangada, y estas aguas, las que te vieron crecer, no están en calma.
Te buscaste siempre en los problemas de los demás, en aquella estrella fugaz que encontró en aquel pesebre nada excepto miseria.
Tu carta de Reyes Magos se resumió siempre en una sola palabra: Felicidad.
Pero este año ni siquiera la escribiste, vaya, últimamente estás más republicana que de costumbre.
Píntale una sonrisa al mundo y sal a la vida, enfréntate a la mediocridad, prohíbele el paso a la ingenuidad. Odia a las personas, que te de asco la humanidad.
Escribe en letras bonitas palabras obscenas, destroza tus muelles, sal de esta ciudad.
Escúchate, escúchalos, el problema no son ellos, el problema eres tú.
lunes, 3 de enero de 2011
Dudas.
Hay veces que la vida, lejos de sentirse malvada o pueril, te obliga a elegir.
Dos opciones como mínimo, y sólo una será la correcta, es absurdo negar que de tarde en tarde creemos acertadas las erróneas y con el paso del tiempo nos damos cuenta de nuestra fatídica decisión.
¿Quién le abrió la puerta a la melancolía?
¿Quién dejó a la indiferencia meterse en mi cama?
¿Acaso la misantropía desea ponerme entre la espada y la pared este enero?
Hablemos de injusticias.
Quitémosle el polvo a la desesperanza, volvamos a pegarle alas a la libertad.
Es hora de ser cobarde, de dejar de dar la cara, de esconder en palabras rebuscadas todo aquello que no ha de salir a la luz.
Comparte tus días, olvida tus noches, busca la soledad en cada amanecer, desayuna sólo si es con diamantes, y vuela al caer la tarde.
La vida, lejos, otra vez, de sentirse malvada o pueril te obliga a elegir:
¿Dulce, monótona y mediocre estabilidad, o desenfrenada, insegura e impredecible libertad?
Dos opciones como mínimo, y sólo una será la correcta, es absurdo negar que de tarde en tarde creemos acertadas las erróneas y con el paso del tiempo nos damos cuenta de nuestra fatídica decisión.
¿Quién le abrió la puerta a la melancolía?
¿Quién dejó a la indiferencia meterse en mi cama?
¿Acaso la misantropía desea ponerme entre la espada y la pared este enero?
Hablemos de injusticias.
Quitémosle el polvo a la desesperanza, volvamos a pegarle alas a la libertad.
Es hora de ser cobarde, de dejar de dar la cara, de esconder en palabras rebuscadas todo aquello que no ha de salir a la luz.
Comparte tus días, olvida tus noches, busca la soledad en cada amanecer, desayuna sólo si es con diamantes, y vuela al caer la tarde.
La vida, lejos, otra vez, de sentirse malvada o pueril te obliga a elegir:
¿Dulce, monótona y mediocre estabilidad, o desenfrenada, insegura e impredecible libertad?
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