martes, 14 de diciembre de 2010

Instinto Básico.

Aprende a vivir, le susurraba una voz melancólica en el oído.
Tienes que saber como hacer pasar las horas sin mirar atrás, deja tu cómoda fragilidad a un lado, y enfréntate a la vida, ya va siendo hora de madurar.
Por más que duelan los recuerdos, lo que pudo pasar y no pasó, todo aquello que quisiste sentir en sus brazos y el ingrato destino no te dejó.
Para de preguntarte si no fueron ya suficiente los golpes, si no son ya demasiadas piedras cargadas a tu espalda, porque compañera, te diré que preguntarte y atiborrarte a recuerdos pasados recubiertos de chocolate y música deprimente no sirve de nada.
Puedes seguir secándote tus lágrimas en mi camiseta, al fin y al cabo el paso de los días te mostrará que yo, que soy tú, seré lo único que pueda empujarte, seré yo la única que pueda tenderte un salvavidas a tus propios ojos, ya no valen los de otros.
Deja esa estúpida sensación de soledad prestada que hace tiempo que es tu sombra, no te traerá nada nuevo, solo botes de nocilla y decepción.
¿A caso quieres seguir engordando a base de embustes?
Quizás cuando despiertes mañana será otro día, quizás una noche de estas puedas dormir ochos horas, las que tu enemigo íntimo, el tiempo, a veces te recorta tantísimo.
Puestos a ser valientes, es hora de mirarte al espejo y romper tus complejos, es hora de que sonrías sin miedo, es hora de ser tú misma, nosotras mismas.
Hoy tu parte coherente ha salido a flote, solo para recordarte que aunque me tengas aquí, encerrada bajo la llave de tu tan alabada tristeza, sigo presente, dispuesta a intentar levantarte y sacarte al mundo.
Empiezo a cansarme de escuchar siempre las mismas canciones asabinadas y engordar con besos prestados. Despierta niña, es hora de ser mujer y dar la cara.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Autores.

A veces escuchas un poema en labios de un desconocido, y te encuentras en ellos, te identificas con sus versos, y todo pierde el sentido.
A veces quieres ser la Guiomar de algún Antonio. O la sirena de aquellos Versos del Capitán, o ser el hierro arrancado de la herida de Bécquer o que conozcan tu voz en formato susurro, y en formato gemido, y en formato secreto.
Pero, llega el momento en que te das cuenta que nunca fuiste lo suficientemente Pilar, ni lo suficientemente pez ni que nunca hubo una herida de la que arrancarte y que nadie escuchó nunca tu verdadera voz.
Nunca fuiste especial, ni tuviste las medidas correspondientes, ni la dulzura que te exigían ni la paciencia ni la saliva.
Y no es momento de derrumbarse, no tienes permiso para hacerlo, deber ser lo que nunca fuiste, debes ser ahora, fuerte y sátira, dura y tirana.
Quizás el hombre de tu vida no se llame Antonio, ni se apellide Machado, a ti siempre te asustó el mar, y con tus canciones nunca hiciste llorar a los marineros y mucho menos a algún que otro capitán. Tus heridas iban por dentro, y nadie supo nunca cómo cogerte puntos en el alma. Quizás tu voz no estaba en el formato adecuado para que alguien la escuchase.
Quizás deberías dejar de leer poesía y soñar, pues, como ya sabes:
Los sueños, sueños son.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Historias Urbanas I

Todo olía a Navidad, y eso la ponía aún más triste.
El paisaje, en Algeciras, era bello. No por sus calles, si no por sus historias.
En vez de ir a clase se sentó en un banco de la Plaza Alta, se sentía triste, melancólica, pero ella era así, pesimista.
Aún no tenía la mayoría de edad, pero se convirtió en adulta demasiado joven.
Comprendió antes de tiempo lo mucho que dolía la vida, cargó en sus hombros el peso de otros y eso la hacía entonar el Mea Culpa y realentizar su paso.
Sabía que no debería ser así, que su juventud debería hacerla correr rápido, fugaz, pero no tenía ganas de volar. Hoy no, ni ayer, quizás, si eso, mañana.
Así pues siguió sentada, escribiendo y dejándose llevar por las emociones de aquellas personas que veía a su alrededor.
Llevaba días sin ir a clase. Bachillerato le quedaba inmensamente grande, su futuro dependía de este año, pero le daba pavor enfrentarse a la vida, a su camino, a su destino.
Vio a un hombre, con un niño de unos dos años, parecía demasiado joven, quizás, para ser padre, demasiado pobre como para poder darle algo a aquél niño.Pero ella se equivocaba, la pobreza y la felicidad son relativos, la vida le dio una lección en forma de sonrisa.
Aquel hombre, sacó una moneda del bolsillo, y le compró a su pequeño un cochecito de juguete, y le dijo algo así como: ¨Se que no es mucho, pero...¨
Él, al igual que ella, también se equivocó, solo hacía falta verle la cara a ese niño para poder saber qué es la felicidad.
Ella, sumamente sensible, quiso inmortalizar aquel momento de la única manera que sabía, escribiéndolo.
Fue conmovedor ver como quería a su pequeño, fue conmovedor ver como entre tantas luces navideñas e hipocresía aún quedaba algo de calor humano.
Siguió escribiendo, un señor mayor se sentó a su lado.Se limitó a verla escribir.
Cuando ella lo miró, éste sonrió tan sinceramente que ella comenzó a reír, le sacó la primera sonrisa del día.
Aquella mañana se marchó para ver si dejaba de buscarse en los versos de siempre, los de Neruda, ya saben, y se encontraba en sus propias palabras.
No hubo suerte, para qué variar.
Estando allí sentada estaba defraudando a muchísima gente, pero ¿qué iba a explicar en casa? ¿que se sentía mal por que el mundo le dolía? ¿que no tenía ganas de aguantar seis horas sentada con personas que lo le eran de interés?
En casa no entenderían nada de lo que sentía, porque, al fin y al cabo, motivos para sonreír no le faltaban.Todo era tan absurdo...
Cuando se miraba en los espejos ya casi ni se reconocía, ni siquiera se esforzaba por aparentar serenidad. Se le agotaron las ganas de fingir.
Se levantó de aquel banco, fiel compañero por unos instantes, y se puso a pasear. Siguió observando a la gente y pensando qué le depararía la vida.
Deseó con todas sus fuerzas hacer que alguien,cuando se perdiese se buscase en sus letras. Todo seguía siendo absurdo para ella, sus metas quedaban muy muy lejos.