lunes, 3 de enero de 2011

Dudas.

Hay veces que la vida, lejos de sentirse malvada o pueril, te obliga a elegir.
Dos opciones como mínimo, y sólo una será la correcta, es absurdo negar que de tarde en tarde creemos acertadas las erróneas y con el paso del tiempo nos damos cuenta de nuestra fatídica decisión.
¿Quién le abrió la puerta a la melancolía?
¿Quién dejó a la indiferencia meterse en mi cama?
¿Acaso la misantropía desea ponerme entre la espada y la pared este enero?
Hablemos de injusticias.
Quitémosle el polvo a la desesperanza, volvamos a pegarle alas a la libertad.
Es hora de ser cobarde, de dejar de dar la cara, de esconder en palabras rebuscadas todo aquello que no ha de salir a la luz.
Comparte tus días, olvida tus noches, busca la soledad en cada amanecer, desayuna sólo si es con diamantes, y vuela al caer la tarde.
La vida, lejos, otra vez, de sentirse malvada o pueril te obliga a elegir:
¿Dulce, monótona y mediocre estabilidad, o desenfrenada, insegura e impredecible libertad?

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