jueves, 31 de marzo de 2011

Heroínas Urbanas I

Qué hacer cuando me vaya, qué hacer cuando te vayas.
Cuando no te tenga cada día para soltarme algún que otro sermón, el mero hecho de sentirme lejos de ti me inunda de melancolía.
Tú me has hecho tal y como soy, con mis buenos modales y mis malos ejemplos.
No me has llevado nueve meses en tu vientre, pero ¿qué importa eso si me has llevado dieciocho años en tu corazón?
Eres muchísimo más que una bella persona, que una madre, eres mi heroína urbana, aquella que lucha contra todas las injusticias que nos rodean, aquella que saca las uñas cada vez que alguien me ataca, el altruismo personificado, la sabiduría, el calor humano, la honestidad.
Todos los adjetivos hermosos de mi vocabulario llevan tu nombre.
Guardaste para ti tus lágrimas en todas aquellas noches de tormenta que me quedaba en vela, sabías de mi tristeza en Navidad, y siempre me intentabas consolar desde la distancia. Sabes de cada una de las cicatrices de mi alma.
Hoy, como cualquier otro día, doy las gracias al cielo por tenerte a mi lado, y cavilando me di cuenta de que jamás te escribí unas letras, ¡qué hipócrita soy¡ Tú te las mereces más que nadie.
Cada vez que te escucho reír me alegras el día, es tan difícil sacarte una sonrisa…
Entonces es cuando pienso en todos esos malos momentos que te di, y no sabes lo muchísimo que me arrepiento, me pasé diecisiete años buscando a una madre que me llamase hija, y ahora me doy cuenta de lo imbécil que fui.
Madres en este mundo hay demasiadas, de hecho, las hay que sobran, Matata sólo hay una, es sólo mía y, aparte de ser mi madre, sigue siendo a día de hoy mi heroína.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Anadiplosis.

A veces la prosa nos deja soñar un sueño,
un sueño del que la lírica permite contar un cuento,
un cuento que narro frente a tu sonrisa frustrada.
Esa sonrisa que olvida que a veces la prosa nos deja soñar un sueño.

Son mis versos, los que escribo, con los que voy indagando:
en tu alma, en tus alas, en tu boca, y por qué no, en tus años.
Son mis musas tus palabras, vigías crueles del pasado,
las dueñas de lo indecente, con las que voy naufragando.

Son mis sílabas tus miradas, aquellas que voy olvidando,
no me arrepiento de lo vivido, no me quejo de lo lejano.
No cuelgues nunca tu vida, nunca saltes desde el barranco.
Sigue fiel a ti mismo, por soñar no estas pecando.

lunes, 28 de marzo de 2011

Soldados.

Existió una vez un soldado, que sólo con la compañía de su fusil fue buscando durante meses una casa donde resguardarse, donde refugiarse del frío, donde esquivar la guerra.
Dicen las malas lenguas que una vez que hubo encontrado la casa que buscaba, ella estaba en ruinas y que tras varias semanas arreglando aquel estropicio, cuando ya la había restaurado por completo, llegó su antiguo inquilino y, como si de un mísero okupa se tratase, lo echó sin miramiento ninguno.
Dura historia, pues el soldado se vio de nuevo sin hogar, sin unas cuatro paredes a las que contarle su verdad, sin el calor de unas sábanas compartidas, sin un cómodo sofá donde poder dormir la siesta.
La soledad lo perseguía, y corrió tan lejos que terminó por perderse.
Entonces, de la nada, empezó a nevar, todo se enfrió a su alrededor, se le helaron las manos, y no encontró ninguna casa en la que sentir el calor que había sentido sentado al lado de la chimenea del hogar que restauró.
Casi muerto de frío empezó a andar sin camino con la intención de llegar al campamento, aquel del que se habló capítulos atrás.
Cuál fue su sorpresa cuando, bajo la tempestad volvió a ver aquella casa.
Pese a que habían pasado semanas, o incluso meses, decidió ir a comprobar si estaba otra vez desecha. Pero no, esta vez no estaba en ruinas, estaba vacía, como nueva, tal y como él tuvo que dejarla, sonrió, se metió dentro de ella y se echó a dormir.
La tormenta tardó poco en cesar, salió un brillante sol primaveral, pero, por si acaso aquel soldado, esta vez ya escarmentado, fue hacia la puerta de aquella casa y echó el pestillo.
Ya se sabe, no hay guerras civiles si se cierran bien las puertas.

domingo, 27 de marzo de 2011

Vicios.

A veces las viejas costumbres son las mejores, como esa canción que dura diecisiete minutos y no puedes parar de escuchar, como poner tu reproductor de música en orden aleatorio, como salir a la terraza en toalla y dejarte secar al aire libre mientras un vecino salido babea por ti.
Como oler los libros viejos, o reírte de ti misma y de los demás, como el sexo, la masturbación, la pornografía, las mujeres provocadoras, como los diamantes en un anillo.
A veces las viejas costumbres son las mejores: blasfemar, llorar, bailar, beber, fumar.
Todas esas viejas costumbres que se convierten hoy en pequeños placeres de la vida, viejas costumbres o no tan viejas, como tu pelo, tus manos, tu espalda, tu cuerpo desnudo a mi lado, tu boca, tus dientes, tus caricias, tu sonrisa.
Mi nueva costumbre, tú, conviértete en mi nuevo placer vital, permíteme seducirte, prohíbeme negarme.

jueves, 24 de marzo de 2011

Refrescos.

¨Las relaciones son como las botellas de cocacola de dos litros, con los primeros tragos se te saltan las lágrimas y tienes cosquillas en la barriga, después intentas que con el paso de los días no se le vaya el gas, y por más que intentes guardarla, siempre acaba por ponerse manía¨

Por eso prefiero beber en lata, sientes el cosquilleo del momento y después a la basura.

viernes, 18 de marzo de 2011

22, 26, 28.

¿Dónde están los versos en los que te encontraba?
¿Dónde están las caricias de nuestras almas amedrentadas?
¿Dónde está el lugar donde tu amor guardaba?
¿Dónde están tus manos? perdidas, olvidadas.

Pasó lo que siempre pasa, el tiempo.
Y te perdí y por más que busco no encuentro,
resquicios de un amor tierno, lento,
que se torna ahora en un ruin lamento.

Ya no valen mis palabras, tus miradas.
Ya no valen tus súplicas, mi clemencia.
Hoy ya no es ayer y es tarde, se acerca tu partida.
Te busco, me buscas y por más que quieres, no encuentras.

El dolor por mi ser, fluye, baja severo por mi ombligo,
y pese a que te añora, no espera de ti salvo tu cuerpo amargo.
Dime dónde te dejé perdido, olvidado.
Haz que vuelvan los versos en los que te hube encontrado.