lunes, 28 de marzo de 2011

Soldados.

Existió una vez un soldado, que sólo con la compañía de su fusil fue buscando durante meses una casa donde resguardarse, donde refugiarse del frío, donde esquivar la guerra.
Dicen las malas lenguas que una vez que hubo encontrado la casa que buscaba, ella estaba en ruinas y que tras varias semanas arreglando aquel estropicio, cuando ya la había restaurado por completo, llegó su antiguo inquilino y, como si de un mísero okupa se tratase, lo echó sin miramiento ninguno.
Dura historia, pues el soldado se vio de nuevo sin hogar, sin unas cuatro paredes a las que contarle su verdad, sin el calor de unas sábanas compartidas, sin un cómodo sofá donde poder dormir la siesta.
La soledad lo perseguía, y corrió tan lejos que terminó por perderse.
Entonces, de la nada, empezó a nevar, todo se enfrió a su alrededor, se le helaron las manos, y no encontró ninguna casa en la que sentir el calor que había sentido sentado al lado de la chimenea del hogar que restauró.
Casi muerto de frío empezó a andar sin camino con la intención de llegar al campamento, aquel del que se habló capítulos atrás.
Cuál fue su sorpresa cuando, bajo la tempestad volvió a ver aquella casa.
Pese a que habían pasado semanas, o incluso meses, decidió ir a comprobar si estaba otra vez desecha. Pero no, esta vez no estaba en ruinas, estaba vacía, como nueva, tal y como él tuvo que dejarla, sonrió, se metió dentro de ella y se echó a dormir.
La tormenta tardó poco en cesar, salió un brillante sol primaveral, pero, por si acaso aquel soldado, esta vez ya escarmentado, fue hacia la puerta de aquella casa y echó el pestillo.
Ya se sabe, no hay guerras civiles si se cierran bien las puertas.

1 comentario:

  1. Un dia de esto te pasare la historia completa, hay partes que desconoces y la historia del Rey tambien (que pena que esta se perdiera). ^^

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