No hace tanto de aquella niña boba, aquella que se dejaba amedrentar por el caos de la inocencia.
Aún recuerdo sus lágrimas y sus noches en vela, sus súplicas y sus sollozos pidiendo clemencia. Es ahí cuando me estremezco.
Cómo no hacerlo, si vuelven a mi mente pensamientos oscuros después de tantos años.
Todavía sigo exigiéndole explicaciones a mi almohada, escribiendo en papel los sueños frustrados de una escritora fracasada.
Mil disculpas a aquella niña de hace cinco años, la que se propuso cambiar cada domingo, he de reconocer, pequeña, que seguimos siendo la misma, aún espero un sábado, ya sabes, ahora para prometerme algo necesito una copa y aquí solo me dejan salir el sexto día.
Espero no haberte defraudado demasiado, mi niña, pero la vida en el sur no me deja otra opción.
Sigue creciendo y escribiendo tus desvaríos.
Espero tu respuesta.
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