jueves, 20 de diciembre de 2012

Ventanas.


Hay veces que la vida te sorprende, que lejos de ponerte una piedra con la que tropezar, te pone alas.
Supongo que ya sabes, como sabemos todos, que los malos momentos nunca vienen solos, que hay días en los que es mejor no levantarse y que existen las noches grises en las que duermes solo, hasta sin ti, con la única esperanza de poder encontrarte a ti mismo entre tus propias sábanas y mentiras.
Pero, Cariño, hoy voy a decirte algo:
Nos preocupamos por lo que pudo ser y no fue, lamentamos lo que dijimos y debimos callar, añoramos lo que una vez tuvimos entre los brazos y lo dejamos ir en un descuido.
Vivimos mirando al pasado, recordando y desmoronándonos por los que se fueron y nunca debieron marcharse, por haber elegido un camino que luego resultó no ser el apropiado.
Por haber desperdiciado tiempo, creyéndonos inmortales.
Entonces creces, y te das cuenta de que el futuro te ahoga, que debes enmendar el daño causado, que deber perdonar para seguir a delante y que si bien antes vivíamos mirando hacia atrás ahora vivimos mirando, de puntillas, lo que tenemos delante.
Y no nos damos cuenta, que por vivir de puntillas perdemos el equilibrio y caemos.
Así que ahí va mi consejo; vive, vida mía, con lo que eres ahora, que mañana no será lo que Dios quiera, será lo que tú decidas.
Camina lento, pegando saltos de felicidad, arrastrándote por el suelo cargado de humillación, pero camina hacia delante, mirando por no tropezar y detener tu vida.
El pasado es pasado y no hay forma de recuperarlo. Si estás donde estás es por el camino recorrido, recuerda que todo pasa por algo.
El futuro puede o no puede llegar, nunca se sabe. Tendrás el futuro que te ganes ahora.
Y, como regalo, yo te doy mi presente, sin miedo, dispuesta a caminar contigo, paso lento pero constante, cabeza alta, sonrisa ancha.
Cuando se cierran puertas, se abre una ventana y yo estoy aquí para hacerte volar.