martes, 5 de abril de 2011

Valentía.

Que todo empieza y todo acaba es un hecho.
Ni estoy pidiendo perdón ni estoy sirviéndote mi orgullo, no obstante, hoy, como siempre, pienso en ti.
¿Cómo no hacerlo? si te noto presente, si formas parte de mi vida, por más que pasen los años, por más que pasen noviembres.
Son tus manos suaves las que cogía con ternura cuando, arrepentida, no podía mirarte a la cara.
Son tus nuevos ojos fríos, sin pies diminutos ni color verde hierba.
Mi vida ahora sin ti, Valentía.
Me falta algo, me sobra una parte de mi misma.
Y qué hacer, si no hay dos sin tres y mi tercera se aleja ahora, quedándose a la vez tan cerca.
Me frustro, pero la vida a veces es así de cruel: te guía hasta tu destino y después te echa de tu sitio sin dar explicaciones.
Supongo que ya no quedan más inviernos a tu lado, ni reglas, ni Argentina, ni cervezas, ni un cigarro para mí en tu paquete, ni treinta años antes de mañana.
Igualmente, y pese a todo, siempre serás para mí una hermana que se marcha.

1 comentario:

  1. Quizás no haya 30 años antes de mañana, pero te aseguro que este vértice hará todo lo que pueda para que en ese mañana sigamos siendo equilátero.
    No creo (o quiero) que ésto acabe así.
    Un final demasiado amargo para un cuento tan bonito.

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