Llegados a este punto, ya ni siquiera sé qué es lo que quiero ser el día de mañana, de hecho, tampoco sé lo que quiero ser hoy mismo.
Siempre quise que mi vida fuese como una película, ya saben, como las de Disney, quizás.
Todas las niñas sueñan con encontrar a un príncipe y tener corona, y parece ser, que también desean ser huérfanas, por eso de que todas las princesas de Disney no tienen madre.
La verdad es que a mí la realeza nunca me cayó del todo bien, y una republicana en el reino de Walt no está bien vista, además, yo nunca fui huérfana y tampoco desearía serlo para poder llevar corona.
Por otra parte, también me gustan los musicales, pero imaginarme a todo el mundo cantando y gastando veinte minutos para decirme cualquier cosa tampoco es que sea de mi agrado.
Las películas romanticonas de Hollywood tampoco son mi fuerte, quiero decir, sí, son bonitas, pero no hay hombres que vuelvan después de muertos para guiarte y hacerte enamorar de otro varón.
Las de acción me provocan agujetas, y no me parece adecuado dormir cada noche con un revólver bajo mi almohada.
Las de drama están bien, pero de tanto comer tarrinas de litro y medio de helado me pondría como una foca.
Las de comedia me parecen extremadamente absurdas y más si es humor inglés.
Qué decir del cine español, si mi vida fuese una película no desearía que medio país me viese desnuda.
Así que me puse a pensar, y sigo sin saber qué es lo que quiero ser hoy, y mucho menos mañana, pero he decir que, como pueden observar, mejor que mi vida no sea una película, el cine no es de mi agrado, así que esperaré a que saquen la novela.
Mientras, siempre puedo quedarme viendo los anuncios.
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