Él la besó pero ella no despertó, gritó su nombre al cielo y sus lágrimas se mezclaron con la sangre de sus manos cuando la intentó levantar.
La sacó de la bañera, cuya agua era de un burdeo oscuro, y sus ropas pegadas a su cuerpo, pesaban obviamente el doble.
La cogió con cuidado, llamándola y moviendola, pero llegó demasiado tarde, como siempre.
La piel de Helena se tornó blanca y fría.
Todo había acabado.
-No mi vida, ¿que hiciste? despierta mi amor, yo solo te amo a ti, ya lo sabes que aunque mi cuerpo sea del viento mi corazón te pertenece.
Por último besó sus muñecas heridas y se marchó.
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