martes, 31 de julio de 2012

Juventud.

Era de madrugada y no había cenado, pero eso daba igual.
Ni si quiera sabía qué día de la semana era, o qué hora era, sólo sabía que era su tiempo.
La arena se le metía en los bolsillos, fragmentos de risas, sueños y miedos, resquicios de una amistad que seguía latente.
De nuevo estaban juntas, de nuevo las tres, el triángulo equilátero, Sal, Pimienta y Orégano.
No importaban los problemas, ni la distancia, ni el olvido, ni los descuidos.
Estaban juntas.
Y era tiempo ahora de mar, de tabaco, de ron, de cerveza, de risa, de humor negro, de recuerdos, de dolor, era tiempo de vivir.
Era momento de despertarse por la mañana con una palangana llena de Mojito y gritar: !Traigo el desayuno¡

Noches de orgasmos, tríos y camas.
Días de abrazos, de heridas curadas.
Vidas unidas, locuras de hermanas.
Sangre que se evapora con un par de caladas.

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