lunes, 23 de julio de 2012

Nada.


Brota poco a poco por mi piel, se desliza desde el pecho hasta mis brazos, para explotar en mis manos.
Al romper la barrera entre mis dedos y la realidad, se crea un monstruo, vuelvo a nacer con otra mirada, otra aptitud, otra vida.
Tiemblo, vacía y amedrentada por ti.
Dolida, humillada, sin libertad.
Y de nuevo me encuentro aquí, sin rumbo, perdida, matándome cada madrugada, intentando renacer cada mañana.
Vomito mis versos, yéndose mis ideas por las cañerías de una casa de la que sólo quedan los huesos.
Infortunios de una vida pasada, buenos ratos, camas vacías.
Y no vuelves, y te espero, y no estás, y te siento, y no cambias y te perdono.
El día empieza de nuevo, y encierro a mi otro yo debajo de todas esas cicatrices. Con llaves, candados, cadenas, mentiras y promesas.
Haré sangrar a mis recuerdos, necesito más.
Insaciable es el vacío de mi pecho, parece un agujero negro que absorbe todo lo que hay a su alrededor para formar nada. Formando lo que soy. Transformando a mi reflejo en la cruda realidad de este día a día, donde el esfuerzo de una vida se esfuma con un par de pastillas y una navaja.

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