Volvía a ser Mayo y decidió seguir usando una fachada dura y distante; decidió volver a ponerse sus botas de suela dura.
Después de un año, siguió teniendo más enemigos que amigos y esta vez no habían excepciones entre las féminas, para cuidarse ya estaba ella misma, aprendió a no necesitar a nadie.
Su pelo demostraba que aún no se había encontrado, pero estaba cerca, más cerca de lo que muchos creían.
No había ahora príncipes que la rondasen ni nadie que la usase como un mero juguete sexual, era mejor así, o eso creía ella.
Cogió un bolígrafo y se dejó llevar, echaba de menos utilizar una prosa que doliese, aún quedaba suficiente tinta como para desangrar un par de años más de su vida.
Bien, este era su momento y así quería que fuese, iba a coger las riendas de su vida, aquella que dejó que otros llevasen, y puso unas metas para este mes metido en lluvia.
Se desnudó y no habían otros ojos que la deseasen más que los suyos propios, hoy por hoy había prometido cuidarse, mimarse como nadie nunca supo mimarla. Se puso unos pantalones cortos y un sujetador, poca ropa para verse bien los defectos, para aprender a aceptarlos poco a poco.
Descalza, como siempre, corrió por el patio. Llovía y se mojaba los pies, saltaba en los charcos mientras reía sin parar. Supongo que vista desde fuera parecía una loca, pero lo cierto es que ella nunca estuvo demasiado cuerda.
Volvió a ser rosa, y se vistió con sus cuatro afiladas espinas, aquellas que escondió bajo la cama hacía siete meses.
No quería una historia de amor del siglo XXI, lo cierto es que ya ni siquiera quería algo Romántico-Becqueriano, ahora sólo quería estar sola.
Beberse uno a uno los problemas, guiñarle un ojo al destino, gritarle al mundo entero que ésta era su vida, y que no había nadie lo suficiente importante como para herirla, ya no.
Se acarició su ahora pelo corto y sonrió al recordar el momento en el que cogió las tijeras en un acto inútil por sentirse bien consigo misma.
Ahora sólo pretendía meterse en la cama para dormir las horas justas y necesarias para hacer desaparecer la resaca.
Chupó la sal, mordió el limón, bebió a morro y gritó: ¡Que le jodan al mundo!
En fin, sigue quitándole egocentrismo a un texto hablar en tercera persona.
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