Te aburres del día a día, de lo que tienes e incluso de lo que nunca has llegado a tener, y...¿sabes? yo sé por qué:
No sabes lo que es amar ciegamente, con locura, sin pensar en el mañana, sólo en el ahora, en el ya. No sabes lo que es coger una moto a las cuatro de la mañana y pasar horas en la carretera nada más que para calmar su ansia, para demostrarle que vale más de lo que cree; no sabes hacer desaparecer su inseguridad con una caricia.
No tienes ni idea de lo que es escaparte de casa de madrugada una noche de tormenta para ir a buscarle e ir andando y notar como te cala el miedo y la humedad hasta los huesos. No sabes lo que es quedarte completamente vacío, ni sabes lo que es sentarte en una ventana a esperar durante horas por si llega una maldita casualidad que lo devuelva a tu lado.
¿Tú me hablas de amor? Qué sabrá el ciego del color del mar si nunca ha podido verlo, sólo sabe de oídas que es azul, pero nunca contemplará una playa de agua cristalina.
Así, en una vana intención de creer en el amor verdadero te prometes a ti mismo que lo que sientes es tan puro como la vida misma, mas el tiempo pasa (y como bien sabes, pesa) y te das cuenta como cada día es más largo y agonizante que el anterior, como todo es lo mismo hora tras hora, minuto tras minuto y de buenas a primeras deja de encandilarte su sonrisa, dejas (si es que alguna vez llegaste a hacerlo) de hacerle el amor, de verla como si fuese lo más preciado del planeta, dejas de verla como la niña pequeña que siempre juraste que sería para ti, ahora, aunque ¨duela¨ es una desconocida ante tus ojos.
Pasa el tiempo y te aburres del día a día, de lo que tienes e incluso de lo que nunca has llegado a tener: te aburres de tu flamante coche rojo por el cual has sentenciado tus días a un trabajo que te pesa cada vez más. Te aburres de tu ciudad, a la que ahora estás encadenado por el resto de tu vida y me atrevería a mencionar que te aburres de repetirte a ti mismo que esto es lo que quieres, que lo que quieres es un trabajo, dinero a final de mes, una casa y un coche, porque, Cariño, ambos sabemos que te engañas a ti mismo constantemente al creer que tienes la vida que siempre has deseado.
Ahora bien, te pregunto ¿de qué te vale una casa si no tienes a nadie que te abrace por las noches? ¿de qué te vale un coche si no tienes a nadie con quien compartir los paseos? ¿de qué te vale el dinero si no tienes a nadie a quien invitar a cenar o a quien llevarte de viaje?
Tanto pensar en el mañana y tu presente se te ha escapado de las manos. Triste, a la par de irónico, muy en mi línea, por cierto.
Cuando aprendas lo que es amar de verdad, lo que es estar en una nube y de repente abrirte la cabeza contra el suelo en un mismo segundo empieza a contar conmigo.
Me cansé de tu vana intención por hacerme creer que lo que sientes es puro, (si hay algo puro en ti es tu egoísmo)
Así, y aunque te duela, que eso ya no es de mi incumbencia he de decirte que sí, fue bonito mientras duró y que aunque la melancolía a veces se apodere de mi y pierda la cordura y por qué no, la compostura, tú nunca supiste destrozarme y volverme a armar con una sola palabra.
Cuando tú, mi ciego, veas el agua cristalina de una playa sabrás entonces que lo que sentiste conmigo era sólo un azul mediocre que no mereció tanto la pena como juraste y perjuraste.
Nota de la autora: no soy una ex-novia resentida, soy una amiga cansada de escuchar sandeces.
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