Podría escribir lo mucho que me va a doler tu partida, pero no puedo.
Me debato entre una tristeza obligada y una indiferencia que cada vez se apodera más de mi.
¿Qué puedo hacer?
No fuiste buen padre, y ni siquiera fuiste el abuelo que yo quería que fueses para mi.
Siempre con mentiras y falsedades.
Podría fundirme en tus ojos celestes y morirme de pena al saber que nunca más escucharé tu risa, pero ya no siento nada.
Viviste como quisiste y como pudiste, nunca llegué a conocerte como persona, nunca supe tu historia, pero tus actos hacen que pueda juzgarte y hacen que no sienta lástima.
Ibas a por mi a la escuela y, como siempre me recuerdas, una vez te pregunté:
-¿Abuelo, por qué a todos los niños van a recogerles sus padres y a por mi siempre vienes tú?
A ti se te cayó el alma al suelo, y se te quedó allí por lo que veo, dado que si sabías el por qué de esa pregunta nunca te esforzaste para ser un padre para mi.
Aunque eso de ser padre, nunca se te dio demasiado bien, por lo menos con Mamá.
¿Debo sentir tristeza porque tu vida se agota?
¿Acaso debo sentir culpa porque no estoy ahí para ti?
Por lo menos te dedico estas letras, que ya es mucho más de lo que me diste tú a mi.
Cuando esto pase, te echaré de menos, por supuesto, no quiero que te vayas de nuestro lado, sé la falta que le haces a ella, el amor ciego que siente por ti no tiene nombre.
Pero si a ella le dueles tú, a mi me duele ella.
El desprecio que cometiste hacia su persona te pasa factura ahora.
Los remordimientos deben taladrarte la cabeza, y el único consuelo que me queda de todo esto, es que, al final de tu vida, te des cuenta de los errores que cometiste e intentes solventarlos, por lo menos, qué menos, pedir disculpas.
Te di un voto de confianza, jurándome a mi misma que tú no eras culpable de nada, que si hubieses dado con una esposa en condiciones, con una mujer buena persona, hubieses sido distinto, hubieses sido para mi padre, abuelo y amigo, pero eso ya no importa, y aunque estoy aquí para ti, pase lo que pase, quiero que quede claro que no lo hago por ti, si no por Mamá.
Espero que para tu siguiente vida aprendas que quien vive solo, muere solo.
jueves, 31 de mayo de 2012
miércoles, 30 de mayo de 2012
Juguemos.
Juega con mi vida, y hazme perder el tiempo, haz que me sienta viva, sumergeme en algo sin sentido.
Permíteme regodearme en mi tan ansiada tristeza. Haz que nada tenga sentido.
Déjame, abandoname, trátame mal.
Hazme sentir, lo que sea, pero lléname de sentimientos nuevos.
Cometamos locuras.
Córtame el alma, y por qué no, las piernas, o los brazos o lo que quieras.
Hazme sangrar.
Haz que esto pare.
Causame dolor, juguemos al amor.
Tienes que hacer que duela, vuelveme loca y permíteme volverte loco a ti.
Deséame hasta morir, despréciame hasta que me ahogue de pena.
Babea por mis palabras, odiame por mis letras.
Quiereme y déjame.
Dejame quererte y dejame dejarte.
Vamos a jugar a la ruleta rusa con mi vida esta noche, a ver cuántas pastillas puedo tomar hasta vomitar.
A ver cuántos disparos hacen falta para rebentarme los sesos.
Corramos riesgos, elévame hasta el cielo, hasta que roce la cordura con los dedos y luego estámpame contra el suelo de mi locura transitoria.
Juguemos a la vida. Juega con mi vida.
Permíteme regodearme en mi tan ansiada tristeza. Haz que nada tenga sentido.
Déjame, abandoname, trátame mal.
Hazme sentir, lo que sea, pero lléname de sentimientos nuevos.
Cometamos locuras.
Córtame el alma, y por qué no, las piernas, o los brazos o lo que quieras.
Hazme sangrar.
Haz que esto pare.
Causame dolor, juguemos al amor.
Tienes que hacer que duela, vuelveme loca y permíteme volverte loco a ti.
Deséame hasta morir, despréciame hasta que me ahogue de pena.
Babea por mis palabras, odiame por mis letras.
Quiereme y déjame.
Dejame quererte y dejame dejarte.
Vamos a jugar a la ruleta rusa con mi vida esta noche, a ver cuántas pastillas puedo tomar hasta vomitar.
A ver cuántos disparos hacen falta para rebentarme los sesos.
Corramos riesgos, elévame hasta el cielo, hasta que roce la cordura con los dedos y luego estámpame contra el suelo de mi locura transitoria.
Juguemos a la vida. Juega con mi vida.
miércoles, 23 de mayo de 2012
Inquietudes.
No tan al sur hablábamos sobre la vida cuando te conocí.
Mismo nombre, distintas personas.
Me fijé en tus manos, largas y delgadas y decidí entonces que esa noche serían para mi.
Elegante ante mis ojos me olvidé por un momento de cualquier prejuicio y me dejé llevar.
Entre beso y beso me sujetabas suavemente la cara y mientras me vestías con tu ropa, me quitabas la mía.
-Esta noche tendremos una conversación trascendental.
-Acepto.
Hicimos el amor lentamente,mientras me jalabas del pelo con firmeza.
La historia de como dos desconocidos se hacen uno en pocas horas.
El roce de tu piel me dio la libertad que tanto anhelaba, y tus gemidos mezclados con los míos se me antojaron absolutamente deliciosos. Como la vida misma.
-Me gusta tu hueso de la cintura.
-A mi me gustan tus ojos rasgados.
-Ahora es momento de tener esa conversación trascendental.
Acabamos y me dormí abrazada a ti, a un caballero que me hizo sentir mujer aquella noche.
A un caballero de luces azules que se llevó toda y cada una de mis inquietudes con su corbata.
Mismo nombre, distintas personas.
Me fijé en tus manos, largas y delgadas y decidí entonces que esa noche serían para mi.
Elegante ante mis ojos me olvidé por un momento de cualquier prejuicio y me dejé llevar.
Entre beso y beso me sujetabas suavemente la cara y mientras me vestías con tu ropa, me quitabas la mía.
-Esta noche tendremos una conversación trascendental.
-Acepto.
Hicimos el amor lentamente,mientras me jalabas del pelo con firmeza.
La historia de como dos desconocidos se hacen uno en pocas horas.
El roce de tu piel me dio la libertad que tanto anhelaba, y tus gemidos mezclados con los míos se me antojaron absolutamente deliciosos. Como la vida misma.
-Me gusta tu hueso de la cintura.
-A mi me gustan tus ojos rasgados.
-Ahora es momento de tener esa conversación trascendental.
Acabamos y me dormí abrazada a ti, a un caballero que me hizo sentir mujer aquella noche.
A un caballero de luces azules que se llevó toda y cada una de mis inquietudes con su corbata.
domingo, 6 de mayo de 2012
Cajón de los recuerdos.
Bienvenido al cajón de los recuerdos, de los que ya no
están.
No esperaba verte por aquí, por lo menos no tan pronto, pero en fin, hay algunas casualidades que no deberían haber pasado.
Ahora te encuentras dentro de esta caja que lleva conmigo tantos años, cada vez más llena de decepciones y melancolía y cada vez más vacía de ilusión.
Antes de meter tu recuerdo en ella tuve una lucha interna: quien entra ahí es para siempre, los momentos pasados se quedan en el fondo de mi armario, debajo de todas esas cosas materiales que no me importan una mierda.
Siete meses atrás un brillo atroz pasaba por tu mirada cada vez que me veías, y yo me limitaba a sonreír, orgullosa, por todo lo que hacía sentir en tu interior.
Era yo la causa de tu felicidad, y ahora soy la causa de tu desdicha, ya ves, cosas que pasan.
Yo fundía mis dudas en tu espalda, y del calor que ellas desprendían, hicieron para mí un hueco en ti donde dejarme dormir, abrazada a la esperanza de que todas esas promesas que me hiciste serían para siempre.
En diecinueve años no he aprendido aún que las promesas tienen fecha de caducidad, triste pero cierto.
Y ahora…¿qué hago ahora?
Podría decir que con mi decidida marcha me he dejado muchas cosas atrás, que me he dejado por el camino un trozo de mi vida, que he derramado mis ilusiones por la acera mientras me marchaba, que le di un portazo en la cara a la esperanza cuando cerré la puerta de tu flamante coche rojo, pero hoy no voy a mentirte (a pesar de que nunca lo he hecho) con este adiós no me parece haber perdido nada.
No sé por qué me obligo a llenar mi rostro de lágrimas mientras guardo todo aquello que me recuerde a ti en mi ya muy odiada caja, pues no me salen lamentos por este adiós, por más que cada vez vea más claro que no es un hasta luego, no sé por qué no estoy triste, se que hoy he perdido algo más que una pareja, he perdido un amigo, pero supongo que no me duele porque hacía tiempo que sabía que ya no estabas ahí para mí, sólo que no he querido verlo hasta ahora.
En fin, fue un gusto conocerte, la verdad, pero ahora estas con el resto de personas que han dejado de importarme, así que aún sabiendo que una vez dentro de él no podrás salir, me dispongo a cerrar mi cajón de los recuerdos.
Adiós.
No esperaba verte por aquí, por lo menos no tan pronto, pero en fin, hay algunas casualidades que no deberían haber pasado.
Ahora te encuentras dentro de esta caja que lleva conmigo tantos años, cada vez más llena de decepciones y melancolía y cada vez más vacía de ilusión.
Antes de meter tu recuerdo en ella tuve una lucha interna: quien entra ahí es para siempre, los momentos pasados se quedan en el fondo de mi armario, debajo de todas esas cosas materiales que no me importan una mierda.
Siete meses atrás un brillo atroz pasaba por tu mirada cada vez que me veías, y yo me limitaba a sonreír, orgullosa, por todo lo que hacía sentir en tu interior.
Era yo la causa de tu felicidad, y ahora soy la causa de tu desdicha, ya ves, cosas que pasan.
Yo fundía mis dudas en tu espalda, y del calor que ellas desprendían, hicieron para mí un hueco en ti donde dejarme dormir, abrazada a la esperanza de que todas esas promesas que me hiciste serían para siempre.
En diecinueve años no he aprendido aún que las promesas tienen fecha de caducidad, triste pero cierto.
Y ahora…¿qué hago ahora?
Podría decir que con mi decidida marcha me he dejado muchas cosas atrás, que me he dejado por el camino un trozo de mi vida, que he derramado mis ilusiones por la acera mientras me marchaba, que le di un portazo en la cara a la esperanza cuando cerré la puerta de tu flamante coche rojo, pero hoy no voy a mentirte (a pesar de que nunca lo he hecho) con este adiós no me parece haber perdido nada.
No sé por qué me obligo a llenar mi rostro de lágrimas mientras guardo todo aquello que me recuerde a ti en mi ya muy odiada caja, pues no me salen lamentos por este adiós, por más que cada vez vea más claro que no es un hasta luego, no sé por qué no estoy triste, se que hoy he perdido algo más que una pareja, he perdido un amigo, pero supongo que no me duele porque hacía tiempo que sabía que ya no estabas ahí para mí, sólo que no he querido verlo hasta ahora.
En fin, fue un gusto conocerte, la verdad, pero ahora estas con el resto de personas que han dejado de importarme, así que aún sabiendo que una vez dentro de él no podrás salir, me dispongo a cerrar mi cajón de los recuerdos.
Adiós.
sábado, 5 de mayo de 2012
El regreso de la Chica del pelo Arcoíris.
Volvía a ser Mayo y decidió seguir usando una fachada dura y distante; decidió volver a ponerse sus botas de suela dura.
Después de un año, siguió teniendo más enemigos que amigos y esta vez no habían excepciones entre las féminas, para cuidarse ya estaba ella misma, aprendió a no necesitar a nadie.
Su pelo demostraba que aún no se había encontrado, pero estaba cerca, más cerca de lo que muchos creían.
No había ahora príncipes que la rondasen ni nadie que la usase como un mero juguete sexual, era mejor así, o eso creía ella.
Cogió un bolígrafo y se dejó llevar, echaba de menos utilizar una prosa que doliese, aún quedaba suficiente tinta como para desangrar un par de años más de su vida.
Bien, este era su momento y así quería que fuese, iba a coger las riendas de su vida, aquella que dejó que otros llevasen, y puso unas metas para este mes metido en lluvia.
Se desnudó y no habían otros ojos que la deseasen más que los suyos propios, hoy por hoy había prometido cuidarse, mimarse como nadie nunca supo mimarla. Se puso unos pantalones cortos y un sujetador, poca ropa para verse bien los defectos, para aprender a aceptarlos poco a poco.
Descalza, como siempre, corrió por el patio. Llovía y se mojaba los pies, saltaba en los charcos mientras reía sin parar. Supongo que vista desde fuera parecía una loca, pero lo cierto es que ella nunca estuvo demasiado cuerda.
Volvió a ser rosa, y se vistió con sus cuatro afiladas espinas, aquellas que escondió bajo la cama hacía siete meses.
No quería una historia de amor del siglo XXI, lo cierto es que ya ni siquiera quería algo Romántico-Becqueriano, ahora sólo quería estar sola.
Beberse uno a uno los problemas, guiñarle un ojo al destino, gritarle al mundo entero que ésta era su vida, y que no había nadie lo suficiente importante como para herirla, ya no.
Se acarició su ahora pelo corto y sonrió al recordar el momento en el que cogió las tijeras en un acto inútil por sentirse bien consigo misma.
Ahora sólo pretendía meterse en la cama para dormir las horas justas y necesarias para hacer desaparecer la resaca.
Chupó la sal, mordió el limón, bebió a morro y gritó: ¡Que le jodan al mundo!
En fin, sigue quitándole egocentrismo a un texto hablar en tercera persona.
Después de un año, siguió teniendo más enemigos que amigos y esta vez no habían excepciones entre las féminas, para cuidarse ya estaba ella misma, aprendió a no necesitar a nadie.
Su pelo demostraba que aún no se había encontrado, pero estaba cerca, más cerca de lo que muchos creían.
No había ahora príncipes que la rondasen ni nadie que la usase como un mero juguete sexual, era mejor así, o eso creía ella.
Cogió un bolígrafo y se dejó llevar, echaba de menos utilizar una prosa que doliese, aún quedaba suficiente tinta como para desangrar un par de años más de su vida.
Bien, este era su momento y así quería que fuese, iba a coger las riendas de su vida, aquella que dejó que otros llevasen, y puso unas metas para este mes metido en lluvia.
Se desnudó y no habían otros ojos que la deseasen más que los suyos propios, hoy por hoy había prometido cuidarse, mimarse como nadie nunca supo mimarla. Se puso unos pantalones cortos y un sujetador, poca ropa para verse bien los defectos, para aprender a aceptarlos poco a poco.
Descalza, como siempre, corrió por el patio. Llovía y se mojaba los pies, saltaba en los charcos mientras reía sin parar. Supongo que vista desde fuera parecía una loca, pero lo cierto es que ella nunca estuvo demasiado cuerda.
Volvió a ser rosa, y se vistió con sus cuatro afiladas espinas, aquellas que escondió bajo la cama hacía siete meses.
No quería una historia de amor del siglo XXI, lo cierto es que ya ni siquiera quería algo Romántico-Becqueriano, ahora sólo quería estar sola.
Beberse uno a uno los problemas, guiñarle un ojo al destino, gritarle al mundo entero que ésta era su vida, y que no había nadie lo suficiente importante como para herirla, ya no.
Se acarició su ahora pelo corto y sonrió al recordar el momento en el que cogió las tijeras en un acto inútil por sentirse bien consigo misma.
Ahora sólo pretendía meterse en la cama para dormir las horas justas y necesarias para hacer desaparecer la resaca.
Chupó la sal, mordió el limón, bebió a morro y gritó: ¡Que le jodan al mundo!
En fin, sigue quitándole egocentrismo a un texto hablar en tercera persona.
viernes, 4 de mayo de 2012
Azul mediocre.
Te aburres del día a día, de lo que tienes e incluso de lo que nunca has llegado a tener, y...¿sabes? yo sé por qué:
No sabes lo que es amar ciegamente, con locura, sin pensar en el mañana, sólo en el ahora, en el ya. No sabes lo que es coger una moto a las cuatro de la mañana y pasar horas en la carretera nada más que para calmar su ansia, para demostrarle que vale más de lo que cree; no sabes hacer desaparecer su inseguridad con una caricia. No tienes ni idea de lo que es escaparte de casa de madrugada una noche de tormenta para ir a buscarle e ir andando y notar como te cala el miedo y la humedad hasta los huesos. No sabes lo que es quedarte completamente vacío, ni sabes lo que es sentarte en una ventana a esperar durante horas por si llega una maldita casualidad que lo devuelva a tu lado.
¿Tú me hablas de amor? Qué sabrá el ciego del color del mar si nunca ha podido verlo, sólo sabe de oídas que es azul, pero nunca contemplará una playa de agua cristalina. Así, en una vana intención de creer en el amor verdadero te prometes a ti mismo que lo que sientes es tan puro como la vida misma, mas el tiempo pasa (y como bien sabes, pesa) y te das cuenta como cada día es más largo y agonizante que el anterior, como todo es lo mismo hora tras hora, minuto tras minuto y de buenas a primeras deja de encandilarte su sonrisa, dejas (si es que alguna vez llegaste a hacerlo) de hacerle el amor, de verla como si fuese lo más preciado del planeta, dejas de verla como la niña pequeña que siempre juraste que sería para ti, ahora, aunque ¨duela¨ es una desconocida ante tus ojos. Pasa el tiempo y te aburres del día a día, de lo que tienes e incluso de lo que nunca has llegado a tener: te aburres de tu flamante coche rojo por el cual has sentenciado tus días a un trabajo que te pesa cada vez más. Te aburres de tu ciudad, a la que ahora estás encadenado por el resto de tu vida y me atrevería a mencionar que te aburres de repetirte a ti mismo que esto es lo que quieres, que lo que quieres es un trabajo, dinero a final de mes, una casa y un coche, porque, Cariño, ambos sabemos que te engañas a ti mismo constantemente al creer que tienes la vida que siempre has deseado. Ahora bien, te pregunto ¿de qué te vale una casa si no tienes a nadie que te abrace por las noches? ¿de qué te vale un coche si no tienes a nadie con quien compartir los paseos? ¿de qué te vale el dinero si no tienes a nadie a quien invitar a cenar o a quien llevarte de viaje? Tanto pensar en el mañana y tu presente se te ha escapado de las manos. Triste, a la par de irónico, muy en mi línea, por cierto. Cuando aprendas lo que es amar de verdad, lo que es estar en una nube y de repente abrirte la cabeza contra el suelo en un mismo segundo empieza a contar conmigo. Me cansé de tu vana intención por hacerme creer que lo que sientes es puro, (si hay algo puro en ti es tu egoísmo) Así, y aunque te duela, que eso ya no es de mi incumbencia he de decirte que sí, fue bonito mientras duró y que aunque la melancolía a veces se apodere de mi y pierda la cordura y por qué no, la compostura, tú nunca supiste destrozarme y volverme a armar con una sola palabra. Cuando tú, mi ciego, veas el agua cristalina de una playa sabrás entonces que lo que sentiste conmigo era sólo un azul mediocre que no mereció tanto la pena como juraste y perjuraste.
No sabes lo que es amar ciegamente, con locura, sin pensar en el mañana, sólo en el ahora, en el ya. No sabes lo que es coger una moto a las cuatro de la mañana y pasar horas en la carretera nada más que para calmar su ansia, para demostrarle que vale más de lo que cree; no sabes hacer desaparecer su inseguridad con una caricia. No tienes ni idea de lo que es escaparte de casa de madrugada una noche de tormenta para ir a buscarle e ir andando y notar como te cala el miedo y la humedad hasta los huesos. No sabes lo que es quedarte completamente vacío, ni sabes lo que es sentarte en una ventana a esperar durante horas por si llega una maldita casualidad que lo devuelva a tu lado.
¿Tú me hablas de amor? Qué sabrá el ciego del color del mar si nunca ha podido verlo, sólo sabe de oídas que es azul, pero nunca contemplará una playa de agua cristalina. Así, en una vana intención de creer en el amor verdadero te prometes a ti mismo que lo que sientes es tan puro como la vida misma, mas el tiempo pasa (y como bien sabes, pesa) y te das cuenta como cada día es más largo y agonizante que el anterior, como todo es lo mismo hora tras hora, minuto tras minuto y de buenas a primeras deja de encandilarte su sonrisa, dejas (si es que alguna vez llegaste a hacerlo) de hacerle el amor, de verla como si fuese lo más preciado del planeta, dejas de verla como la niña pequeña que siempre juraste que sería para ti, ahora, aunque ¨duela¨ es una desconocida ante tus ojos. Pasa el tiempo y te aburres del día a día, de lo que tienes e incluso de lo que nunca has llegado a tener: te aburres de tu flamante coche rojo por el cual has sentenciado tus días a un trabajo que te pesa cada vez más. Te aburres de tu ciudad, a la que ahora estás encadenado por el resto de tu vida y me atrevería a mencionar que te aburres de repetirte a ti mismo que esto es lo que quieres, que lo que quieres es un trabajo, dinero a final de mes, una casa y un coche, porque, Cariño, ambos sabemos que te engañas a ti mismo constantemente al creer que tienes la vida que siempre has deseado. Ahora bien, te pregunto ¿de qué te vale una casa si no tienes a nadie que te abrace por las noches? ¿de qué te vale un coche si no tienes a nadie con quien compartir los paseos? ¿de qué te vale el dinero si no tienes a nadie a quien invitar a cenar o a quien llevarte de viaje? Tanto pensar en el mañana y tu presente se te ha escapado de las manos. Triste, a la par de irónico, muy en mi línea, por cierto. Cuando aprendas lo que es amar de verdad, lo que es estar en una nube y de repente abrirte la cabeza contra el suelo en un mismo segundo empieza a contar conmigo. Me cansé de tu vana intención por hacerme creer que lo que sientes es puro, (si hay algo puro en ti es tu egoísmo) Así, y aunque te duela, que eso ya no es de mi incumbencia he de decirte que sí, fue bonito mientras duró y que aunque la melancolía a veces se apodere de mi y pierda la cordura y por qué no, la compostura, tú nunca supiste destrozarme y volverme a armar con una sola palabra. Cuando tú, mi ciego, veas el agua cristalina de una playa sabrás entonces que lo que sentiste conmigo era sólo un azul mediocre que no mereció tanto la pena como juraste y perjuraste.
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