viernes, 19 de octubre de 2012

Esperanza.


Una ráfaga de desconfianza heló mi mejilla cuando hube discernido el cambio en mí misma.
¿Qué pasará si pierdo mi esencia?
¿Qué haré si todo lo que me hacía especial ya no existe?
Si con mi locura se marcha también aquella que comía con la mirada y amaba con la boca.
Meses más tarde, encontré la certeza en una frase, y el miedo por el cambio se disipó junto con aquellas dudas que llevaba grabadas en la frente.
Ya había entrado el frío de nuevo y la soledad ya no me quedaba tan grande, mi cama era perfecta para mí y mis ilusiones, pues, después de varias roturas supuestamente incorregibles de corazón, el mío volvía a latir como el de una quinceañera que conoce por primera vez el aleteo en el estómago.
No latía por nadie; latía por mí.
Preparada para afrontar sola cualquier tipo de circunstancia, apareciste en mi vida.
Si bien estamos lejos de amarnos como locos, tus palabras han hecho que cualquier resquemor, cualquier miedo insípido de mi ex mente incoherente haya desaparecido.
Me muestro ante ti tal y como soy: avergonzada, romántica, sin máscaras, con mi fuerza y con mi debilidad. Mediocre. Sin voces. Y pese a eso te has fijado en mí.
Cierto es que la locura excita, pero la cordura enamora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario