No te
ofendas, vida mía, si cuando vuelvas no estoy.
No te llenes de dolor ni melancolía si no encuentras mi reflejo,
si lejos de olvidarme, te sientes aún más encadenado a mí.
No te pares, no te detengas en el camino.
Aprende a ser sin mí.
Vive, vida mía, con el recuerdo de lo que fui,
con las desventuras de lo que ya no soy.
Recuerda que lo injusto sigue siendo injusto,
que la lealtad con lealtad se paga.
Que la infelicidad es un lastre que no te permite volar,
y para ti, ya va siendo hora de despegar.
Permíteme aconsejarte sobre la vida y sus desdichas,
que de decepciones me sé unas cuantas historias.
Más sumérgete de pleno en tus sueños.
Pies en el suelo, manos en alza. Descalza, despacio.
Sin prisa.
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