lunes, 25 de abril de 2011

Tributo a Sabina:

Alguna vez soñaste con triunfar, con merecer la pena.
Te evadías en tus propias mentiras, más de cien, tal y como dijo Sabina.
Para no cortarte de un tajo las venas decidiste vivir otra historia, decidiste entonces escoger la del pirata cojo, ya sabes, con pata de palo, parche en el ojo y cara de malo, pero útilmente ni el mar te tranquilizaba.
Quisiste, entonces ser la rubia de la cuarta fila, para hacer pactos entre caballeros, pero a veces ni si quieras sabías quién eras, a veces ni recordabas tu nombre, algunos te llamaban Lola Soledad, otros, Carmela, Rocío o, por qué no, Juana la Loca.
Quisiste mudarte al barrio de la Alegría, pero te quedabas anclada en unos versos, viendo cómo pasaba el mes de abril, en tu tan amada calle Melancolía, qué podías hacer, después de años habiendo sido un ave de paso, aquella chica en el asiento de atrás de un coche que jamás preguntaba si la querían.
Ahora, después de 19 días y 500 noches, te arrepientes en vano, y te sobran los motivos para querer aliviar con vinagre y rosas tu piel.
Podrías jugar a la ruleta rusa, ya sabes: carguen, disparen, fuego.
En fin, siempre te quedará ser la princesa con la boca de fresa, con aquella forma genial de hacer daño en una de esas mañanas sofocantes de derilium tremens.


Espero que no venga la SGAE y me meta un puro.

domingo, 24 de abril de 2011

Huellas.

Era ella, sentada en el suelo, vestida con mi camiseta y un par de besos.
Se tomaba con gracia un café, mientras se fumaba un cigarro, tomándose, a la vez, su tiempo.
Su forma de deshacer mi cama, de no estirar las sábanas jamás.
Aún recuerdo su espalda tatuada, su media sonrisa cuando algo no le parecía del todo bien.
Su cara de picardía cuando me soltaba algún que otro improperio, su manera estrambótica de masticar chicle, su cara inocente llena de una dosis letal de maldad.
Era ella, la que a veces juró ser mi vida, ella, la que prometió no desaparecer jamás de mi lado.
Se esfumó como el humo de aquel cigarro, se consumió entre mis dedos, su pelo negro se convirtió en dorado, y de un día a otro se dejó vestir con otras ropas.
Todas las promesas que me hizo se me clavan ahora en la piel, como antes sus ojos negros.
Aún consigo recordar su voz, pese a que poco a poco se desvanece en mis recuerdos.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
A veces desearía borrarla para siempre de mi cabeza, que se esfumase de mi vida, que nunca hubiese existido para mí, otras, sin embargo, me alegro de haberla tenido, de haber compartido sus manías, sus discusiones, su rara forma de ser.
Pese a toda esa presión que siento en el pecho cuando descubro una cama vacía al caer la noche, aún mantengo la esperanza.
Volveré a vestir de besos a otra mujer, perderé mi ropa en un armario ajeno.
Ella dejó una huella imborrable en mí, pero las huellas de la vida siempre quedan en el pasado.

miércoles, 20 de abril de 2011

Rozando lo vulgar.

Me encontraba en mi cama, sumida en mis pensamientos, a punto de dormirme cuando una imagen de ti cruzó mi mente. Tú, siempre tan incorrecto.
Te encontrabas encima de mí, tus músculos estaban agarrotados, tensos, entonces, después de varios segundos te dejaste caer sobre mi pecho desnudo, completamente relajado.
No hay nada que adore más que tu imagen tocando el cielo.
A veces eres así de cruel conmigo, supongo que es lo que me excita:
Te vas, vuelves, estás de buenas, estás de malas, me quieres, me traicionas, me haces sentir la mujer más deseada del planeta, dejas de tocarme durante semanas…
Hoy era la última opción.
Llevabas sin desnudarme, ¡sin ni siquiera levantarme la falda! dieciocho días, y de un momento a otro te cruzas en mi mente semidesnudo en mitad de un orgasmo, eres ruin.
Después de pensar en lo tantísimo que te llego a desear a veces, en lo mucho que me apeteces a lo largo del día, decidí enfocar mis pensamientos hacia recuerdos a tu lado. A tu lado, arriba, abajo, bueno, de la forma que quieras.
Pensé entonces en tu espalda desnuda, en tus besos húmedos, en tus caricias comprometedoras y me aceleré.
La masturbación para mí siempre fue una opción, una vía de escape, algo con lo que relajarme, y, para qué mentir, hubo días en los que llegué a rozar la ninfomanía.
Podría haberme conformado con tocarme recordándote, pero gozo de una buena imaginación y decidí hacer realidad mis fantasías contigo en una noche solitaria.

Me puse en situación:
Tocabas el timbre, te abría la puerta y, directamente, te lanzabas a mi cuello. En estos juegos me gusta ser la presa, carne jugosa para tu paladar.
A la vez que imaginaba cómo me desabrochabas los tres primeros botones de mi camisa, me metí una mano bajo la camiseta y empecé a acariciarme los pechos, mientras, tú, en mi imaginación mordías con cuidado mis pezones.
Acto seguido, me empezaste a susurrar cosas obscenas al oído, a la vez que jugabas con tu lengua en mi oreja, te agarré la cintura con fuerza y te acerqué a mí.
Te noté debajo de mi ombligo, llegados a ese punto, sabía que estabas en mi terreno. Así que una vez que hubo volado mi camisa y mi sujetador, te quité tu camiseta y te desabroché el pantalón.
El mero hecho de imaginar tu torso desnudo me hizo estremecer, entonces sumergí mi mano derecha debajo de mis bragas y empecé a acariciarme. Estaba mojada de esa humedad que tú me conoces.
Imaginé como poco a poco terminabas de desnudarme mientras me vestías de besos y mordiscos.
Me ataste, para que, lejos de poder defenderme, hicieses conmigo lo que se te antojase.
No pensaba ponerte impedimentos igualmente.
Seguiste tocándome, jugando con mi cuerpo, hasta que entre gemido y gemido te supliqué que te metieses dentro de mí.
Eso era lo que te gustaba, sentirte poderoso, dueño de mi cuerpo, adorabas que fuese tan de tu propiedad.
En el momento en el que imaginé como me hacías el amor desenfrenadamente, empecé a usar mis dedos para llegar al clímax.
Tras un rato viéndote de una manera tan lúcida en mi mente e imaginando que no eran mis manos las que me tocaban si no las tuyas no pude más y en una explosión de energía me dejé ir.

Me quedé relajada y poco a poco tu imagen se fue evaporando de mi cabeza.
Te fuiste, como te vas todas las noches de mi cama y me dejas dormir sola, abrazada a la única esperanza de volver a verte al día siguiente.
Hace dieciocho días que no te siento dentro, te echo de menos.
La masturbación no está mal pero esto empieza ya a rozar lo vulgar.

martes, 19 de abril de 2011

Partidas.

Hubo un tiempo en el que decidías buscarte en los brazos de cualquiera que te soltase tres cosas bonitas y te levantase una ceja.
Esto era así, te perdías en ti misma, no querías encontrarte.
Las noches pasaban fugaces, y no era absurdo pararse a beber un café y a tomar unas tostadas para empezar el día, pero no, ese no era tu juego, o te desayunaban o te mantenías en ayunas.
El tiempo fue pasando y por más que suene ridículo puesto en boca de una dieciochoañera, ya no quieres peones a los que comerte ni torres desde las que lanzarte, ahora solo quieres un rey que te proteja, que te haga compañía por las mañanas, que se beba contigo el café mientras comentáis las noticias.
Sueños de adulta para una cría.
Pero ahora éste era su nuevo juego, no quería hacer trampas.
Se vestía con tirantes para no poder ocultar ningún As bajo su manga.
Si daban con un Jaque Mate, éste debería acabar con los dos, uno sólo en su tablero no tenía sentido.

jueves, 7 de abril de 2011

Sin vergüenza.

¨Esto no viene de ahora, lo supe desde que te conocí¨
Las cosas se empiezan a poner serias, y lo cierto es que no me desagrada, odiaría que fuese de otra manera.
Vacilamos ante todas las personas del verbo dudar, ya sabes: yo dudo, tú dudas… y no es absurdo, puesto que no ha sido fácil para ninguno de los dos dejarse llevar por esto, llámalo destino, puedes llamarlo Karma, yo, bueno, yo simplemente lo llamo por tu nombre.
Sí, es verdad, las cosas se empiezan a poner serias, pero cómo luchar contra un vicio tan apetecible.
Me empiezo a quedar sin palabras, sin estilo, sin caracteres, así que dejaré que tus trazos dibujen confianza en mi espalda, que mis palabras escriban optimismo en tu cintura.

martes, 5 de abril de 2011

Valentía.

Que todo empieza y todo acaba es un hecho.
Ni estoy pidiendo perdón ni estoy sirviéndote mi orgullo, no obstante, hoy, como siempre, pienso en ti.
¿Cómo no hacerlo? si te noto presente, si formas parte de mi vida, por más que pasen los años, por más que pasen noviembres.
Son tus manos suaves las que cogía con ternura cuando, arrepentida, no podía mirarte a la cara.
Son tus nuevos ojos fríos, sin pies diminutos ni color verde hierba.
Mi vida ahora sin ti, Valentía.
Me falta algo, me sobra una parte de mi misma.
Y qué hacer, si no hay dos sin tres y mi tercera se aleja ahora, quedándose a la vez tan cerca.
Me frustro, pero la vida a veces es así de cruel: te guía hasta tu destino y después te echa de tu sitio sin dar explicaciones.
Supongo que ya no quedan más inviernos a tu lado, ni reglas, ni Argentina, ni cervezas, ni un cigarro para mí en tu paquete, ni treinta años antes de mañana.
Igualmente, y pese a todo, siempre serás para mí una hermana que se marcha.