Aprende a vivir, le susurraba una voz melancólica en el oído.
Tienes que saber como hacer pasar las horas sin mirar atrás, deja tu cómoda fragilidad a un lado, y enfréntate a la vida, ya va siendo hora de madurar.
Por más que duelan los recuerdos, lo que pudo pasar y no pasó, todo aquello que quisiste sentir en sus brazos y el ingrato destino no te dejó.
Para de preguntarte si no fueron ya suficiente los golpes, si no son ya demasiadas piedras cargadas a tu espalda, porque compañera, te diré que preguntarte y atiborrarte a recuerdos pasados recubiertos de chocolate y música deprimente no sirve de nada.
Puedes seguir secándote tus lágrimas en mi camiseta, al fin y al cabo el paso de los días te mostrará que yo, que soy tú, seré lo único que pueda empujarte, seré yo la única que pueda tenderte un salvavidas a tus propios ojos, ya no valen los de otros.
Deja esa estúpida sensación de soledad prestada que hace tiempo que es tu sombra, no te traerá nada nuevo, solo botes de nocilla y decepción.
¿A caso quieres seguir engordando a base de embustes?
Quizás cuando despiertes mañana será otro día, quizás una noche de estas puedas dormir ochos horas, las que tu enemigo íntimo, el tiempo, a veces te recorta tantísimo.
Puestos a ser valientes, es hora de mirarte al espejo y romper tus complejos, es hora de que sonrías sin miedo, es hora de ser tú misma, nosotras mismas.
Hoy tu parte coherente ha salido a flote, solo para recordarte que aunque me tengas aquí, encerrada bajo la llave de tu tan alabada tristeza, sigo presente, dispuesta a intentar levantarte y sacarte al mundo.
Empiezo a cansarme de escuchar siempre las mismas canciones asabinadas y engordar con besos prestados. Despierta niña, es hora de ser mujer y dar la cara.
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