viernes, 3 de diciembre de 2010

Historias Urbanas I

Todo olía a Navidad, y eso la ponía aún más triste.
El paisaje, en Algeciras, era bello. No por sus calles, si no por sus historias.
En vez de ir a clase se sentó en un banco de la Plaza Alta, se sentía triste, melancólica, pero ella era así, pesimista.
Aún no tenía la mayoría de edad, pero se convirtió en adulta demasiado joven.
Comprendió antes de tiempo lo mucho que dolía la vida, cargó en sus hombros el peso de otros y eso la hacía entonar el Mea Culpa y realentizar su paso.
Sabía que no debería ser así, que su juventud debería hacerla correr rápido, fugaz, pero no tenía ganas de volar. Hoy no, ni ayer, quizás, si eso, mañana.
Así pues siguió sentada, escribiendo y dejándose llevar por las emociones de aquellas personas que veía a su alrededor.
Llevaba días sin ir a clase. Bachillerato le quedaba inmensamente grande, su futuro dependía de este año, pero le daba pavor enfrentarse a la vida, a su camino, a su destino.
Vio a un hombre, con un niño de unos dos años, parecía demasiado joven, quizás, para ser padre, demasiado pobre como para poder darle algo a aquél niño.Pero ella se equivocaba, la pobreza y la felicidad son relativos, la vida le dio una lección en forma de sonrisa.
Aquel hombre, sacó una moneda del bolsillo, y le compró a su pequeño un cochecito de juguete, y le dijo algo así como: ¨Se que no es mucho, pero...¨
Él, al igual que ella, también se equivocó, solo hacía falta verle la cara a ese niño para poder saber qué es la felicidad.
Ella, sumamente sensible, quiso inmortalizar aquel momento de la única manera que sabía, escribiéndolo.
Fue conmovedor ver como quería a su pequeño, fue conmovedor ver como entre tantas luces navideñas e hipocresía aún quedaba algo de calor humano.
Siguió escribiendo, un señor mayor se sentó a su lado.Se limitó a verla escribir.
Cuando ella lo miró, éste sonrió tan sinceramente que ella comenzó a reír, le sacó la primera sonrisa del día.
Aquella mañana se marchó para ver si dejaba de buscarse en los versos de siempre, los de Neruda, ya saben, y se encontraba en sus propias palabras.
No hubo suerte, para qué variar.
Estando allí sentada estaba defraudando a muchísima gente, pero ¿qué iba a explicar en casa? ¿que se sentía mal por que el mundo le dolía? ¿que no tenía ganas de aguantar seis horas sentada con personas que lo le eran de interés?
En casa no entenderían nada de lo que sentía, porque, al fin y al cabo, motivos para sonreír no le faltaban.Todo era tan absurdo...
Cuando se miraba en los espejos ya casi ni se reconocía, ni siquiera se esforzaba por aparentar serenidad. Se le agotaron las ganas de fingir.
Se levantó de aquel banco, fiel compañero por unos instantes, y se puso a pasear. Siguió observando a la gente y pensando qué le depararía la vida.
Deseó con todas sus fuerzas hacer que alguien,cuando se perdiese se buscase en sus letras. Todo seguía siendo absurdo para ella, sus metas quedaban muy muy lejos.

1 comentario:

  1. Eso fue lo que hiciste en vez de ir a clase?...Irte a la plaza alta?...xD
    Sabes?...Me gustaría que algún día nos sentasemos a escribir juntas. =)
    Como siempre, un gran texto.

    ResponderEliminar