lunes, 30 de noviembre de 2009

Promiscuidades.

Él abandonó su abrazo y se marchó en busca de una libertad inventada a lo largo y ancho de los bares.
Ella, resignada, donó su cuerpo a una soledad adquirida sin ganas ni alegría.
Él, cansado de dormir de portal en portal, recordó el cálido sueño de amor una vez vivido y regresó a los brazos de ella, en unas sábanas compartidas.
Y, como de un mal sueño, ella despertó y lo encontró abrazado a su cintura, tiernamente dormido en su regazo.
Sonrió.
Se levantó con cuidado para no despertarle, se vistió, cogió el dinero de la mesilla y se marchó.
Y es que el amor, aunque alquilado, sigue siendo amor.

1 comentario:

  1. Esta xicaaa, cuanto mundo hay en tan pequeña persona. El amor alquilado... nose nose... prefiero el amor de verdad del que no hay que pagar y asi robarle los besos de los labios sin que se de cuenta.

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