jueves, 31 de diciembre de 2009

Musas.

Una vez, hace mucho tiempo, existió una musa, una, que inspiraba a un poeta encerrado dentro de un violín.
Él, la alababa por encima de todo, exclamaba su nombre a los cuatro vientos, y soñaba volar junto a su amada en una enorme clave de Fa.
De sus sueños obtenía cada nota, cada ritmo, cada silencio, cada palabra de amor, cada decadente lágrima.
Pero ella, compartía algo más que el brillo como similitud a las estrellas: la lejanía.
Su musa, su amada musa se escapaba entre sus dedos como otro año más se escapa un 31 de diciembre, y esas notas llenas de amor y admiración, quedaban plasmadas en un pentagrama, en unos sueños de papel.
Quizás algún día, los versos unidos a esas melodías, darán lugar a besos y abrazos no perecederos.
Quizás algún día, tu musa deje de apuntarte con un revolver para que sigas tocando en los tejados.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Cansancio.

Ahora que ella volvía a sonreir gracias a unas manos diferentes a las suyas, que sus ojos se iluminaban al verlo entrar, que sus piernas temblaban cuando se acercaba, él volvió de entre las sombras y apareció en sus sueños, como si de una mísera amenaza se tratase:Yo siempre estaré presente.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Noches.

Siempre, siempre vuelves en las noches de luna creciente, esas noches que me asomo a la ventana, y dejo volar mi imaginación.
Esas noches que maldigo por no haberme ido de fiesta, o no haber comprado tabaco por la mañana.
Aquellas noches, de tantas, que te extraño.
Una de esas, como ayer, que me dejé querer, por otro que no eras tú, que no era ese tu olor, ni esas tus manos, aquellas que algún día fueron mías.
Entre unas sábanas que no me eran conocidas, dije un par de palabras descuidadas, para un destinatario, que no era mi compañero de juegos.
Y te extrañé mientras lo amaba a él.
En una noche, donde la soledad era parte de mi ser, en la que decidí evadirme, mientras me ayudaban a desnudarme.
A la mañana siguiente, él no eras tú, y seguía sin tener algún cigarrillo que fumar.
Me vestí, él estaba despierto, me preguntó si me llevaba a algún sitio, pera era absurdo, tú no me estarías esperando en ninguna parte.
Dulce idiotez, lo sé, él lo sabe, pero en noches como esta, en la que sigo asomada a la ventada, él vuelve para darle un descanso a mi mente, y hacerte desaparecer de mi cabeza aunque solo sea un segundo.