Bésame, como haces como cada cinco días. Tus labios lentos, húmedos, presionando los míos.
Roza con tu lengua mi cuello, suave, despacio. Muerde mi nariz.
Permite que, cuerpo a cuerpo, desnude tu alma; que acaricie tu piel con cuidado, bajando desde tu pecho hasta tu ombligo.
Suplico entonces, de rodillas, un poco más y desabrocho tus pantalones sin prisa, para deleitarme y disfrutar mientras te escucho gemir.
Me tomo mi tiempo, porque puedo, porque tengo espacio de sobra para lamer sin miedo.
Todo se acelera y presionas mi cabeza, y ahí, justo ahí ya eres totalmente mío.
Me levanto y a tu altura, ya no hay vuelta atrás.
Me desnudas y lo que pasa a continuación es sólo para ti y para mí: no apto para menores, sensibles o precoces.
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