Todo lo que no te mata te hace más fuerte, o no...
El tiempo cura las heridas, pero ellas persisten, y por más que pasen los años el dolor sigue ahí.
La sangre deja de brotar con el paso de las horas, pero el escozor no se evapora como si nada.
Así, cuando pensamos que no hemos muerto y que por consiguiente somos más fuertes, recaemos en la decepción constante que nos inspiran nuestros errores.
La culpabilidad no ayuda, pero tampoco el olvido disipa el daño.
Es entonces cuando nos damos cuenta de que las cicatrices el pasado son las lágrimas del futuro.
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