domingo, 14 de noviembre de 2010

Atrévete, dijo el Cobarde.

Cambia, sé lo que pienso,odio esta estúpida sensación de soledad prestada.
Echar de menos siempre se me dio extrañamente bien.
Mis manos, ahora, solo sirven para secar aquel sudor que nunca llegaste a derramar junto a mi cuerpo.¿No es frustrante?
Tus palabras solo me sirven de pasatiempo, y es absurdo negar que no te extraño. Que no extraño decirte lo bien que me ha ido el día, hoy que brillo con mi propia luz.
Que el Sol me sonríe hipócrita, mientras me susurra que no saldrán todas esas palabras de tu boca,que mi sudor ya no será tu sudor y que tu cuerpo no llevará la marca del mío.
Pero, seamos realistas, hace tiempo que dejaste de desear mi alma, de calmar tus ansias en mi ombligo.
Te pedí mil y una vez, veintiseis veces infinito que cambiases, que volvieses a enamorarme. Lo intentaste, amor mío, pero la noche no ha de tornarse en día, y los eclipses ocurren cada demasiado tiempo.

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