sábado, 30 de octubre de 2010

La chica torbellino adora caerse.

Es preocupante, supongo, saber que hay personas que tienen la misma fuerza que un huracán para arrasar todo a su paso: mentiras, consejos, canciones, soledades, alegrías, personas...
Pero, con la misma fuerza que pasan por tu lado, de repente, se desmoronan, y se ponen a llorar sentadas en una esquina cualquiera.
Así era ella, la chica torbellino, tenia una personalidad especialmente desgarradora, todo lo que estaba a su alrededor carecía de importancia cuando se lo proponía, los chicos caían a sus pies como moscas, atraídas por el brillo de sus ojos, pero de repente, toda esa fuerza, todo ese coraje, toda esa grandeza, se volvía chiquitita y, escondida del mundo se metía debajo de la cama para que nada pudiese hacerle daño.
Ella, y sus absurdas maneras de esconderse de su propia conciencia.
Cuando paseaba su ironía por los pasillos del sur, ese sur que ya no le era conocido, de vez en cuando, ponía una piedra en su camino, y tropezaba con su propio sarcasmo, para caer así en su tan ansiada melancolía.
Y es que, para ella la felicidad nunca lo fue, sin grandes atisbos de infelicidad.
La chica torbellino echaba de menos la suavidad de unas manos, desnudar sin pudor su cuerpo, desabrochar cada botón de su alma sin miedo a que nadie conociese esos pequeños detalles que la hacían tan corriente como cualquiera.
A veces, cuando se caía, se levantaba rápidamente y corría lejos, mirando a cada paso por si alguien había visto su decepción por el suelo, otras, sin embargo, prefería arrastrarse un poco más, ¿qué más daba si se manchaba su vestido con mentiras piadosas?
Hoy, la chica torbellino adora caerse, hoy más que nunca, se sabía de memoria ese camino pedregoso que era su vida, pero no tenía ganas de ponérselo fácil, la vida sin problemas sería un absurdo, aburrida, ¿no creen?
Quizás algún día encuentre a alguien que la ayude a saltar sin problemas sus propios miedos, a hacer crecer su autoestima, y a darle la mano para que no siga tropezando, de mientras, la chica torbellino busca sin vergüenza nuevas piedras para dejarse caer.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Datos anti-personales.

Allí estaba ella, acababa de apagar su última colilla y soltaba el humo con parsimonia, como si no estuviese esperando nada, pero, su vida siempre se basó en esperar.
Se limpiaba el rimel que resbalaba por su mejilla, nunca consiguió verse elegante a los ojos del tiempo, su desorden e inestabilidad era el reflejo de su estilo.
Se encendió otro cigarro, respiró tres veces, y lo que antes fue una profunda tristeza se convirtió en una sonrisa enlatada, ella, y su manía de intentar esconder los escombros de un corazón roto que empezaba a tardar en reconstruir.
Era una persona difícil, cambiante, ahora está de buenas y sus ojos marrones desbordan alegría y ahora está de malas y sus ojos se vuelven negros como la noche.
Se levantó, intentó recordar algunos versos que la tranquilizasen, cómo no, Neruda, siempre Neruda, cuando se perdía se buscaba en sus versos, en unos labios de alguna rana, que algún día fue príncipe azul
La soledad marcó su vida, y así decidió caminar, sola, de tarde en tarde, cuando las voces de alrededor le impedían escucharse a si misma, se subía a una ventana y dejaba volar el tiempo junto con su imaginación escuchando Sabina, siempre Sabina, y es que, según ella, ya no quedaban hombres como él.
Al llegar a casa se acostó, prometiéndose, como cada domingo dar un cambio a su vida, soñar en tecnicolor con una vida llena de felicidad y armonía, donde la indiferencia marcase su camino, un camino ahora con gente en cada parada.
Estaba bien eso de convertir cada fin de semana a un príncipe en rana en la primera cita, pero era absurdo llegar a casa y echar de menos el calor de unas sábanas que nunca fueron compartidas.
Así pues, al lunes siguiente, sin dejar de lado su estilo desordenado y estrambótico, se miró al espejo, se puso elegante y caminó con la cabeza alta, dejando atras los residuos de una vida oscura y sin éxito, para dar paso a una gratificante aunque no menos dolorosa verdad.
Se enamoró, y aunque jamás dejaría de escribir en papel sus mayores sueños frustrados ni de fumar, ni de escuchar a Sabina, ni de leer a Neruda, se convirtió en una persona nueva, alegre, extrovertida, y tan sumamente sincera y ácida que dolía.
A veces pisoteaba su orgullo frente a miradas extrañas, bajo las voces que le gritaban que era diferente.
Hasta su último cabello ahora negro, rebosaba ironía y sarcasmo esporádico, era una chica natural, sus pensamientos puestos en palabras solían estar desnudos, sin esconder casi nunca nada.
De pequeña, fue una niña rara, de mayor, fue una mujer complicada.
Pese a su rápida madurez por los cientos de tropiezos que le hizo dar la vida de vez en cuando necesitaba subirse a la ventana, y dibujar mentiras en el aire
Nunca más se limpió el rimel de la mejilla, puesto que paseaba orgullosa sus lágrimas, esas, que ahora desbordaban momentos de lucidez y desfase.

sábado, 2 de octubre de 2010

Patadas.

Miénteme, dime que todo será igual aunque no estemos debajo de tus sábanas, que no fui tu segunda opción, que, de hecho, nunca hubo otra opción que no fuese yo.
Átame las manos con tus embustes, cóseme el alma a patadas.
Nunca fui primer plato, para mi tu siempre fuiste el postre, lo que te endulza ese almuerzo que no te gusta, tú, que sabes a chocolate, fresas, vinagre y rosas.
Ahora, adoptas la bulimia como método para amar, vomitas su figura para poder tener hueco para la mía.
Hace tiempo que dejé de ser sumisa entre tus brazos, ya no me acongoja tus desaires, sus palabras sin maldad rebosantes de malicia no hieren mi estómago.
Ya no me importa ser tu primer, segundo o tercer plato, como si quieres que sea el postre que te dejas a medias porque ya no tienes más hambre, da igual.
Soy voluble, puedo, si quiero, convertirme en el cigarro de después de cenar, aunque sepa que no fumas y todo lo que ello conlleva.
Aunque me desvanezca en el cenicero, aunque me desvanezca en tus palabras comprometedoras.
No te creo, ¿por qué tengo que hacerlo?
Eras ruin, cruel, un mal amigo, un mal ejemplo.
Y ahora, ahora he de creer tus falacias.
Ahora debo acallar las voces que gritan que sigo siendo tu estúpida colilla, que no es verdad eso de que ¨ nunca hubo otra opción que no fuese yo ¨
Pude esperar a que le abrocharas el sujetador para volver a mis brazos, pude oler su aroma en tu cuerpo desnudo, pude, y quizás puedo, pero no quiero.
Grítame la verdad, desata mis manos de tus embustes, deja de coser mi alma a patadas.