Pasan las horas, y te extraño, el ron borro el sabor de tu cuerpo en mis labios, y solo me queda una imagen de tu rostro en la cima, y joder, está distrorsionada.
Tú te vas, yo me quedo, y, aunque hace dos días de nuestra despedida hace dos meses que empecé a echarte de menos.
Soñé que me agarrabas la mano y no me dejabas ir, pero no me sorprendió tu simple ¨adios¨ puesto que eres así, orgulloso y pueril, distante y frio, celoso y como una piedra.
Tus motivos son iguales que los que yo te di no hace tanto tiempo, mi condición equivalente a la tuya, aunque menos extremista, mi elección, ahora veo, fue la equivocada.
No te tengo rencor, las cosas pasan, y despues se acaban, puedes ahorrarte los ¨te quiero¨ de consuelo, se que no es lo mismo, sabes que no es lo mismo.
Ahora no puedo imaginar más días sin ti, y me siento absurda, por el suelo, mi orgullo vuela lejos junto con mi dignidad.
Te miro y no te reconozco, hace tiempo que dejé de verte bucear en mis ojos negros, yo, aún sigo perdiéndome en los tuyos, qué triste.
Eres, eras, bueno qué se yo, mi amuleto de la suerte, mi estrella de cinco puntas que me perdieron en el tiempo, eres, bueno, serás una de las personas más importantes de mi vida, me has sabido dar paz entre tus brazos, armonía en tus labios...mi cara en tu mano es la sensación más reconfortable de mi vida, mi vida, tú.
No quiero que te sientas culpable, no eres el culpable, supongo.
Se feliz, se que no soy nadie para darte ese permiso, pero hazlo por mi, nada me gusta más que tu risa, aquella que ya casi ni logro recordar con claridad. Solo te pido un favor, no vuelvas a decirme que ves esto como tiempo perdido, porque entonces será que he perdido siete maravillosos meses de mi vida intentando hacerte feliz en vano.
Siempre tuya, por desgracia.
sábado, 24 de julio de 2010
martes, 20 de julio de 2010
Aferrarse.
Me aferro a tu sonrisa frustrada, a tu ¨te quiero¨ por costumbre, a tus excusas baratas.
Me aferro a mi pelo largo, a mis uñas mordidas, a mis cuatro kilos menos con la esperanza de que nunca se te quiten las ganas.
Me aferro a aquel amanecer que nunca apareció ante nuestros ojos, a ese anillo, en una caja corriente, dado en un momento cualquiera.
Me aferro a un paquete sin tabaco,a una ventana cerrada, a una cama vacía.
Me aferro a promesas incumplidas y a otras tantas que ni siquiera se llevaron a cabo, a fotos antiguas, a besos lejanos, a un violinista en mi terraza.
Me aferro a un movil en silencio, a una bandeja de entrada, a Neruda y sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
Me aferro a la nada, a un tiempo que se acaba, sin saber cómo ni cuándo te dará por dar la cara.
Me aferro a la esperanza de creer que mi amor es suficiente para ambos, a la incertidumbre de no saber cuándo tendré que empezar a reconstruir los escombros de un corazón roto que algún día latió como dos.
Me aferro a mi pelo largo, a mis uñas mordidas, a mis cuatro kilos menos con la esperanza de que nunca se te quiten las ganas.
Me aferro a aquel amanecer que nunca apareció ante nuestros ojos, a ese anillo, en una caja corriente, dado en un momento cualquiera.
Me aferro a un paquete sin tabaco,a una ventana cerrada, a una cama vacía.
Me aferro a promesas incumplidas y a otras tantas que ni siquiera se llevaron a cabo, a fotos antiguas, a besos lejanos, a un violinista en mi terraza.
Me aferro a un movil en silencio, a una bandeja de entrada, a Neruda y sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
Me aferro a la nada, a un tiempo que se acaba, sin saber cómo ni cuándo te dará por dar la cara.
Me aferro a la esperanza de creer que mi amor es suficiente para ambos, a la incertidumbre de no saber cuándo tendré que empezar a reconstruir los escombros de un corazón roto que algún día latió como dos.
viernes, 16 de julio de 2010
Tiempo.
El tiempo duele, y es cierto, que cada año pesa más, cada invierno, cada primavera, cala más hondo tu ser.
Miras atrás y ves todos los fallos que algún día cometiste, todas esas promesas que no se cumplieron, cada fotografía que no tomaste para inmortalizar ese momento.
Todas esas veces que dijiste: hoy no, mañana. Y ese mañana nunca se hizo realidad.
Todos esos besos que negaste, o que te negaron, esos ¨ hasta luego ¨ que se convirtieron en un oscuro ¨ adiós ¨
Los sitios que te quedaste con las ganas de visitar con la esperanza de poder verlos algún día.
Aquella chica en aquél bar que no saludaste por temor, las palabras que no dijiste, las palabras que quisiste escuchar y nadie nunca pronunció.
Todas las preguntas que te hiciste y nunca salieron por tu boca.
Aquellos llantos lejanos, que ahora recuerdas con risas, aquellos enfados inoportunos que te fastidiaron algún que otro maravilloso día.
Ese amanecer que te quedaste con ganas de verlo junto a él.
Todos esas miradas que se quedaron simplemente en eso, miradas.
El tiempo pasa, y pesa, los años no perdonan, pero en vez de ponernos nostálgicos y pensar que alguien ocupa ahora nuestro lugar, que nunca visitaremos aquél sitio, o que ese amanecer jamás aparecerá ante nuestros ojos, podríamos dejar pasar al ingrato tiempo y disfrutar del mañana, sin pensar en lo doloroso que fue el ayer, o lo mucho que lo echáis de menos.
El tiempo duele, y es cierto que cada año pesa más, pero también es cierto que cada otoño que pasa, somos más fuertes.
Miras atrás y ves todos los fallos que algún día cometiste, todas esas promesas que no se cumplieron, cada fotografía que no tomaste para inmortalizar ese momento.
Todas esas veces que dijiste: hoy no, mañana. Y ese mañana nunca se hizo realidad.
Todos esos besos que negaste, o que te negaron, esos ¨ hasta luego ¨ que se convirtieron en un oscuro ¨ adiós ¨
Los sitios que te quedaste con las ganas de visitar con la esperanza de poder verlos algún día.
Aquella chica en aquél bar que no saludaste por temor, las palabras que no dijiste, las palabras que quisiste escuchar y nadie nunca pronunció.
Todas las preguntas que te hiciste y nunca salieron por tu boca.
Aquellos llantos lejanos, que ahora recuerdas con risas, aquellos enfados inoportunos que te fastidiaron algún que otro maravilloso día.
Ese amanecer que te quedaste con ganas de verlo junto a él.
Todos esas miradas que se quedaron simplemente en eso, miradas.
El tiempo pasa, y pesa, los años no perdonan, pero en vez de ponernos nostálgicos y pensar que alguien ocupa ahora nuestro lugar, que nunca visitaremos aquél sitio, o que ese amanecer jamás aparecerá ante nuestros ojos, podríamos dejar pasar al ingrato tiempo y disfrutar del mañana, sin pensar en lo doloroso que fue el ayer, o lo mucho que lo echáis de menos.
El tiempo duele, y es cierto que cada año pesa más, pero también es cierto que cada otoño que pasa, somos más fuertes.
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